Pero con la exactitud de un reloj, a las diez y cincuenta, Mariana ya estaba subiendo por ascensor hasta el piso veintidós. Mientras caminaba hasta su oficina tuvo la extraña sensación de que la gente murmuraba a sus espaldas. Otros ignoraban su saludo, como si se hubiera tratado de un fantasma.¿Se habrían enterado lo sucedido la noche anterior?¿Quién podría haberles contado?
Mariana tuvo la respuesta a esas preguntas al llegar a su oficina. Allí, con cara de triunfo, la esperaba su jefe.
Mala señal... El jamás llegaba a horario.
—¿Se logró la absorción? —preguntó la muchacha, a modo de saludo.
—Sí... Por supuesto gracias a mí, que salvé lo de tu ataque... ¿Sabés?, ese es el problema con las minitas como vos... —comenzó a pontificar—. ¡Se creen gran cosa! Estudian un poco y piensan que son genios... Pero las pierde la vanidad... Y es que en el fondo todas son medio putas... Primero “histeriquean”, y después se hacen las ofendidas, cuando reaccionamos.
—No se meta en lo que no entiende, Pérez... Y váyase de mi oficina, que tengo trabajo... Me imagino que ese ya no será su problema, ahora que es socio.
—No —acordó él, sin más aclaraciones, y con la tristeza pintada en el rostro.
—¿No lo van a hacer socio acaso? —preguntó Mariana, aterrada.
—¡No! — volvió a repetir, pero esta vez con alegría—.Yo soy socio, pero esta ya no es más tu oficina... ¡Estás despedida, nena!... Yo te di la oportunidad, pero vos quisiste hacerte la estrecha, y conmigo no se jode.
—¿Pero, por qué? Lo que pasó anoche no tiene nada que ver con el trabajo.
—¿No? ¿Te parece?... Pero, ves que sos pelotuda, ¿o te creés que son todos tan pacientes como yo? El mismo Lanzani me exigió que te echara. Fue una de sus condiciones para la absorción: lo hiciste quedar para la mierda con tu histeriqueo, nenita... ¡Pero ahora ya es tarde! Así que..., desocupando... Rajá de acá. —se ufanaba en decir, mientras la empujaba hacia la salida.
Y no fue hasta que Marana se quedó en el medio del pasillo, aún confundida, que él le cerró la puerta en la cara.
—¿Todavía acá con los pobres, Dr. Pérez López? —le preguntó uno de los asesores al verlo.
—Es que tenía algo pendiente —respondió el otro. Y sonrió.
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Pedro había contraído neumonitis por tercera vez en el año. Quizás por haber estado caminando bajo la lluvia hasta el amanecer, luego de la fiesta de Tomassini. Y es que la cachetada de Mariana le había hecho doler hasta el alma. Y lo que más le había dolido era el hecho de que fuera justa, tanto como, cada vez estaba más seguro, había sido injusta la que él le había dado antes. Además, jamás le había levantado la mano a una mujer, y parecía increíble que Mariana
hubiera sido la primera y la única... No le iba a alcanzar la vida para arrepentirse. Pero aunque ahora ya no pensaba que ella era la más puta de las mujeres, ni siquiera que era puta, todavía era incapaz de perdonar su mentira. No tenía ganas de lastimarla ni vengarse, pero no quería saber más nada con ella. Quizás si hubiera estado sola...¡Pero con un hijo!
En esas cosas había estado pensando aquella noche de la fiesta, y ni se había dado cuenta de la lluvia. Y al día siguiente había empezado con la fiebre.
Cuando fue al doctor, éste se preocupó por lo seguido de sus infecciones, y decidió hacerle una batería de tests. Yesos estudios incluían uno de HIV.
—¿HIV?... Esto es SIDA, ¿no? ¿Para qué me lo hace?
—¿Es sexualmente activo?
—Claro.
—¿Tiene pareja estable?
—No... Pero me cuido con preservativos.
—¿Siempre?
—¡Siempre!
—¿Nunca se le desborda, nunca se le rompe...?
Pedroo calló.
—¿Tiene relaciones homosexuales?
—¡No! —gritó Pedro, al que la sola idea parecía ofenderlo.
—Sin embargo es un grupo que se ha preocupado y ha puesto mucha atención en el asunto, cosa que no se puede decir de los que somos heterosexuales... ¿Ha tenido relaciones con adictas?
Pedro calló.
—He ahí uno de los peores grupos de riesgo.
—Pero no se inyectaba.
—¿Está seguro? Mire que no sólo hay que mirarles los brazos... ¿Tuvo relaciones múltiples?
Pedro calló.
—¿Con prostitutas?
Pedro calló.
—¿En estado de ebriedad, o con poca conciencia de lo que ocurría?
Pedro calló.
—El SIDA no es algo que le pasa solamente a los chicos malos. Tengo el consultorio lleno de buena gente que es positiva.
Su joven paciente lo miró, sorprendido.
El médico siguió por un buen rato escribiendo el nombre de más estudios, mientras Pedro permanecía callado, tomando conciencia.
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La lista de los amigos de su padre ya llegaba a su fin y Cony no había conseguido marido. Algunos no querían más guerra, y otros, los más, tenían amplias referencias de los dolores de cabeza que aquella niña malcriada le había dado al viejo Ríos, y que justificaban, en parte, el hecho de que él hubiera huido sin dejar dirección. Incluso muchos habían aprovechado la oportunidad de su visita para decirle “unas cuantas verdades”, acusándola de ser la causa de la quiebra paterna.¡Ridículo!
Pero Cony no estaba acostumbrada a esperar. Además había suspendido el gimnasio, los masajes y el spa, y había comenzado a engordar.
Por suerte, justo en el preciso momento en que estaba apunto de cometer una locura, la llamada generosa del Dr. Lavalle la detuvo. Tiró entonces el número de aquella boutique en que necesitaban empleada, (¡qué tan bajo se podía llegar para pagar la peluquería!), y escuchó las noticias. Su padre, haciendo uso de su doble nacionalidad, se había instalado en España. Y parte de su pequeña fortuna la había “repatriado” para “aceitar” la justicia argentina. Así había conseguido, en tiempo record, (apenas pocos meses, en un proceso que suele llevar décadas), que lo absolvieran por falta de mérito en el juicio que se le llevaba por estafas reiteradas, y que la carátula de la quiebra dolosa cambiara por la de una quiebra común. Jueces, políticos y sindicalistas, todos los que eran ricos, se volvieron un poco más ricos, y los trabajadores y pequeños empresarios se hundieron apenas un poco más, porque no había mucho que caer cuando ya se estaba en lo más bajo.
Vistas las noticias, Constanza apeló otra vez a viejas amistades y consiguió el tan ansiado dato de la dirección y el teléfono de su miserable padre. Por supuesto que de haber tenido dinero..., pero tuvo que contentarse con un simple llamado telefónico, (¡las cosas ya no eran como antes!) Por desgracia Eleuterio Ríos, por primera vez, fue terminante: no había más dinero para ella. Ninguna ley en el mundo lo obligaba a mantener a una hija mayor de edad. Él se encontraba enfrascado en montar una pequeñísima fábrica de cerámicas en aquel país, famoso por sus cerámicas. Se sentía joven otra vez y no tenía lugar en su agenda para “asuntos sociales”Cuando cortó la llamada, mil venganzas terribles cruzaron por la mente de Cony, (tanto era su odio por aquel hombre), pero ninguna que se pudiera llevar a cabo sin dinero.
Es que incluso para ser mala de verdad necesitaba ser rica. Así de pobre era.
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Como siempre que Pedro pedía ayuda, un millón de mujeres corrían a auxiliarlo.
Tenía fiebre, miedo de que el resultado de su test de SIDA fuera positivo, y preocupación porque no se llevaran a cabo correctamente la tareas a su cargo en el estudio. Todos estos problemas, en igual orden de importancia, (así de mal estaba su vida), lo acuciaban.
Él permanecía metido en la cama, delirante, tiritando, mientras que por su departamento circulaban su madre, su vieja nana, sus tías, su novia oficial Ana Clara, y muchas de sus antiguas amantes, tratando de recuperar algo del terreno perdido.
Incluso Ayelén, a quién no había vuelto a ver desde aquella noche en que se había fugado con Esteban, fue a visitarlo y le contó que estaban planeando casarse. Aún en medio de su enfermedad, o quizás por ella, Pedro lamentó que el idiota de su enemigo fuera capaz de semejantes extremos con tal de dañarlo.
Apenas pudo recuperarse un poco, aquel hombre que había convertido por voluntad propia su casa en un pequeño aquelarre, con tal de lograr algo de compañía, notó que a pesar de las risas y las charlas, todavía se sentía muy solo.
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Aquellos meses fueron terribles para Mariana. En un país que estaba sufriendo la peor crisis de toda su historia, simplemente no había trabajo. Y menos para alguien tan capacitado como ella. Los estudios contables caían a la par que crecían las quiebras de sus clientes, y nadie necesitaba un nuevo contador.
En Rossi y Asoc., el estudio que la había visto crecer, no querían volver a perderla, pero como ya habían tomado a otro profesional, lo único que le ofrecieron fue que se incorporara a tiempo y tareas completas, pero a la mitad del sueldo que había estado ganando antes de irse, que a su vez era la mitad de lo que había ganado en Farrell. Y si bien le era imposible subsistir con aquello, aceptó. Tenía un hijo que mantener, y no había orgullo que lo alimentara.
Por fortuna pudo alquilar con rapidez su amado departamento de Belgrano. El día que tuvo que entregar las llaves de su casa al inquilino, se desgarró por dentro, pero no lloró. No lloraba por tonterías. Necesitaba el dinero para pagar la pensión y la leche de Fer....Además, en su tiempo libre (¿?) comenzó a llevar pequeñas contabilidades. Negocios miserables de gente miserable. En muchos casos, hombres solos para los que una mujer bonita era toda una tentación. Y Mariana, preparada para desempeñarse con soltura en grandes desafíos, era incapaz de lidiar con ellos.
Había vivido su vida planificando el momento en que tuviera su propia casa, su familia, su carrera.... Su libertad.... Y ahora que tenía casi todo eso, seguía atada a horarios, contando monedas, y vendiendo su tiempo de vida por poco.
Se sentía miserable. En su interior veía crecer el odio hacia el hombre que había amado y que la había lastimado de todas las formas posibles. Sentía rencor por él, porque hubiera pedido que la echaran de su trabajo, poniendo en peligro su subsistencia y la de su hijo. Pero lo que en verdad no podía perdonarle era que la hubiera hecho vislumbrar una felicidad que, aunque ahora sabía falsa, añoraba. Que la hacía sentirse ajena aún en los brazos de José Luis, el hombre que casi había sido su marido... Ella necesitaba un padre para su hijo, y él, una buena madre para sus tres dulces niñas. Unas niñas que tenían la mirada de su querida amiga Vanina...¿Por qué seguir entonces sufriendo en Buenos Aires?
Ella sabía la respuesta: era el precio de la libertad.
Y ella había nacido para ser libre, y cumplir su destino.
SI YO DIGO QUE A PARTIR DE AHORA LOS CAPITULOS SON IMPERDIBLES.... ES PORQUE A PARTIR DE AHORA LOS CAPITULOS SON IMPERDIBLES!!!!!
3 comentarios:
como te gusta hacerme sufrir ehh!! =)
estan todoss mal ahora? :( tengo necesidad de los siguientes caps! asiquee YA quieroo leer el que siguee!!! xD
Un besoo mikita! ;)
teff
desesperoo
ya se, siempre digo loo mismo
pero es q hace ratoo q lo siento! jajaja
es increible!
ese miserablee ensima de tood la hecho!
y pensar en irse de bs as?
na na
yoo mee voy a volver locaaaaaaaa
besosssssssss
aaaaah!! no me puedes dejar asi! me estoy muriendo de la intriga!
Lanzani es un capullo! no le valia con decirle todo eso y tratarla asi que ahora ademas tenia que hacer que la echen! espero que pueda arreglar rapido todo lo que ha hecho! y que no tenga sida!!
Lali no se puede ir a Buenos Aires!!
Tienen que arreglar todo ya!
No me puedes dejar asi! encima diciendo que los caps que vienen son imperdibles!! quiero mas!!
espero que puedas subir otro pronto!!
Un beso!!
Cuidate (:
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