miércoles, 31 de marzo de 2010

"Deliciosamente vulnerable" cap 12

Esteban sólo fue capaz de sacar el pie del acelerador al llegar a su casa.

Ahora estaba temblando.

No podía creerlo... ¡Había violado a una mujer! ¡Había violado a la hija de Ríos!... ¿Y si lo denunciaba? ¿Y si contaba...?

¡¿Qué?! No tenía pruebas. La mina era una puta, todos lo sabían. Y además, lo había provocado.

Sin embargo, en su mente recordaba todas las ocasiones en que había escuchado que probaban una violación por el ADN del semen.

“Tendría que haber usado un forro”, se recriminaba una y otra vez. ¡Se había comportado como un idiota! Con un poco de paciencia ni siquiera hubiera tenido que forzarla.

Aunque no había estado del todo mal el asunto... En realidad había estado muy bien.

Recordó la cara de terror de Constanza y su pene se tensó. ¡Bien que se había asustado la puta!

Volvió a sentir una pequeña erección.

¿Qué pensaría ahora la idiota?... ¿No habia estado buena la del mono?

¿Quién era ahora el dueño del circo?


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—¡Buenos días, Pedrito!... ¿Qué anda pasando en tu maravillosa vida?

—Y... cada día más maravillosa.

—Dame un beso en la mejilla... ¿O ya no me querés, acaso?

—Por favor, Otilia... A vos estoy dispuesto a amarte hasta honrar el apellido Lanzani.

Otilia sintió un rubor intenso trepando por sus mejillas...¿Lo diría en tono de reproche o de puro zalamero?...¿Sabría algo de su historia con el padre, hacía ya casi veinte años?... Miró los ojos castaños del muchacho y la vieja secretaria alejó sus dudas... ¡Este Pedrito era un juguetón!

—¿El viejo anda por ahí?

—Voy a ver si puede atenderte.

—No, no puede atenderlo —terció Amanda con determinación—. Pidió que no lo interrumpieran.

Pero no terminaba de decirlo, que ya Otilia se había comunicado con su jefe, para franquearle el paso.

Y Pedro estaba a punto de retirarse de la oficina, cuando, dándose la vuelta, preguntó: —Por cierto, ¿alguna de ustedes recibió una llamada rara esta semana?

—¿Rara?... No. Se lo hubiera mencionado a tu padre —se apuró a contestar Otilia.

—No, yo no recibí nada —replicó Amanda, a la defensiva, mientras en su interior discurría acerca de lo injusto que era que secuestraran a tanta gente inocente, mientras que a aquel pájaro de cuentas lo habían dejado libre.


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En la pensión todos notaron el vuelco que había dado Constanza: ¡si hasta humana parecía! Comenzó a compartir las cenas con las demás, a trabar algo parecido a una amistad con Loly, y a callar su lengua frente a las desgracias ajenas. Incluso el día que accidentalmente la gorda se habia resbalado, patinando a lo largo del patio, en medio de contorsiones, para acabar con una ensaladera en la cabeza, ella no había dicho nada

.Pero cuando la noche del sábado Loly salió vistiendo con orgullo la blusa favorita de Constanza, todo el mundo entendió que algo muy grave le estaba pasando.


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Loly escuchó repicar el celular que llevaba en la cartera.

Últimamente casi había dejado de sonar, así que imaginó que esta, y no otra, era la llamada que esperaba.

Primero se cercioró de que Constanza no estuviera cerca, y luego atendió.

Sí, era el papá de Cony.

Y aunque no se conocían personalmente, varias veces ella había forzado la charla para trabar amistad. Sentía una particular atracción por aquel hombre moreno que le sonreía desde una foto, en la mesa de noche de su hija. Él la aceptaba complacido, pero nunca había ido más allá. De hecho sólo usaba aquel número cuando Cony no contestaba, cosa que últimamente ocurría con mucha frecuencia.

—Elu, tengo que hablar con vos... —susurró Loly al aparato, en un tono misterioso.

—Bueno, ahora podés hacerlo... Te escucho.

—No, no... Por acá no puedo... Cony puede llegar en cualquier momento, y si se entera lo que te quiero contar, me mata.

—¡Me asustás!... ¿Es algo serio?

—Prefiero hablarlo personalmente.

Eleuterio Ríos supo, por el tono de la mocosa, que lo estaba presionando, pero igual no quiso tirar la cosa alargo. Constanza ya le había dado demasiados dolores de cabeza, y bien podía haber vuelto a las andadas, así que prefirió no arriesgarse:

—Nos vemos en Rond Point a las ocho —dijo al fin.

El corazón de Loly comenzó a palpitar comenzó a palpitar con fuerza.

¡Por fin!


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—Viejo, te acordás que hace dos meses me dijiste que dejara la auditoría del grupo Testi, y yo me negué, y seguí trabajando... —comentó Pedro a su padre, sin ocultar su orgullo.

—Sí, ya sé. Ahora me vas a venir con que yo tenía razón y que no encontraste nada.... ¡Sos un cabezón!... ¡Te lo dije!

—No... Si encontrar algo, encontré.

—Si, pero vos tenés que entender Pedro, que a mi me sale muy caro tener al estudio trabajando para encontrar una diferencia de “chaucha y palitos”...

—De chaucha y palitos, puede ser. De cinco millones...

Pedro alargó una gruesa carpeta a su padre. Estaba orgulloso. Se había enfrentado a él y le había ganado. Se había jugado el todo por el todo en esto, y por primera vez se sentía un verdadero profesional.

Contempló al Dr. Lanzani dar vuelta las páginas con avidez. Sabía que, cuando raramente estas cosas pasaban, y había tanto dinero involucrado, la voz se corría en la plaza y el prestigio del estudio subía dramáticamente.

Y todo eso gracias a él.

—¡Esto es increíble!... ¡No se puede negar que sos mi hijo!... —repetía Lanzani, incapaz de no tener parte del crédito.“O nieto de tu padre”, pensaba Pedro, en cambio, que sabía que había heredado de su abuelo el amor por las Ciencias Económicas, y de su padre su afición por las mujeres.

—¡Esto es fabuloso! —insistía el otro, maravillado.

—Bueno, viejo. Ahora avisame con tiempo el horario en que pasás el informe a la gente de Testi, y que Otilia me acerque el original así lo firmo.

—¡Por supuesto, hijo!... ¡Y te felicito otra vez!

Pedro dio media vuelta y se encaminó hacia la puerta, pero cuando ya casi estaba por salir, sintió una vez más la voz de su padre:

—No hay nada que hacer, hijo... ¡Un Lanzani nunca pierde!



Si!! es un capitulo medio aburrido!!.... pero mañana se viene un capitulo un poquito mas laliter

martes, 30 de marzo de 2010

"Deliciosamente vulnerable" cap 11

—¡Ni loca!... ¿Por quién me tomás?... ¡Metételos en el culo los mil dólares!...

—No tenés que criarlo vos... Podés darlo en adopción y...

—¡Claro! Para que después venga cuando yo tenga mi propia vida y se me presente... ¿Qué te creés? ¿Qué no sé de estas cosas? Yo vi mucho de esto en el hospital... No, no... Nadie me convence.

Se puso en movimiento, pero otra vez las palabras de Mariana lograron detenerla.

—¿Tampoco el padre?

Flavia se dio vuelta, hecha una furia.

Mariana insistió: —¿Qué opina él del asunto?

—¡Con él no te metas!... Además es justamente el más interesado en que yo aborte... Ahora que volvió con esa yegua mal cogida...

Los ojos de Flavia, tan negros, se oscurecieron un poco más. Y a pesar de no ser tan fea, el odio que sentía en aquel momento la hacía parecer horrible. Se sentó un instante, hundida en sus propios pensamientos.... La voz de Mariana parecía llegarle de otro lugar.

—Pensá en ese chico... Te mandaría al Convento en que me crié, en Mendoza. ¡Máxima discreción! Allí las hermanas te atenderían. Yo podría pagar tu estancia ahí y el parto. Y al tenerlo, ni siquiera sería necesario que lo anotaras a tu nombre. En el Convento dejan muchos chicos abandonados. Después, entre el juez y el Movimiento Familiar Cristiano le buscan una buena casa donde criarse...y vos, tan contenta, con tus mil dólares.

—¡Ni loca! ¿Para qué? ¿Para que lo adopte cualquiera?¿Para que lleve la misma vida de mierda que tuve yo?¿Para que nadie lo quiera? ¿Para que se aprovechen de él?¡No! ¡Ni loca!... ¡Para eso lo aborto!

—¿Y si le toca otra vida? ¿Si es feliz?

—¿Feliz como quien? ¿Como vos?... No seas ingenua. Nadie es feliz en esta vida de mierda.

—Yo soy feliz —contestó Mariana, ofendida.

—Sí, ya lo veo... ¡Muy feliz!... Un aparato que corre todo el día de la facultad al trabajo. Una idiota cuya única distracción es la Iglesia y meterse en la vida de los demás.¿Por qué no te confesás a vos misma que estas tan sola y miserable como yo, en vez de jugar a la santa?

Al ver la cara de Marianaa, Flavia se arrepintió de sus palabras. Pero ya era tarde para no decirlas. Y además era la verdad.

De repente se sintió horriblemente cansada. Sólo quería dormir. Dormir y no despertarse jamás...

Esa también era una opción.

Lentamente se dirigió hacia el patio. Pero cuando ya estaba llegando a su habitación escuchó a sus espaldas la voz quebrada de Mariana, que casi en un susurro, le preguntó:

—¿Lo vas a pensar?


Flavia ni se dio vuelta al escucharla. No tenía ganas de contestar. Lo único que quería hacer era dormir.


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—¿Vos te creés que el idiota de Pedro iba a poder dejarme plantada así no más? ¡Claro que me vengué!

—No te creo, Constanza. Estoy todo el día con él... Me hubiera enterado.

—Me vengué, boludo... A ver, pensá Esteban... ¿No recibieron ninguna llamada rara esta semana?

—No, yo no me enteré de nada.

—Bueno, vos no te habrás enterado. Pero seguro que Pedro sí... ¿No sale más acompañado por estos días?

—No... No sé a que te referís...

— ¿No lleva custodia? —insistió Cony fastidiada.

—Que yo sepa, no ¿Por qué iba a llevarla?

—¡Porque alguien podría haber llamado diciendo quei ban a secuestrar a alguien!

—¡Eso es ridículo! ¿A dónde llamó?

—A la oficina del padre, por supuesto.

—¡Imposible!... Además, lo hubieran rastreado: todas las líneas del estudio están “pinchadas”...

—No de un teléfono satelital... Es casi imposible.

—Pero a él se lo ve de lo más tranquilo.

Cony estaba fuera de sus casillas. ¿Podía ser que no le hubieran pasado el mensaje? ¿Cómo quedaba ella, delante de esos dos boludos?

Sintió ganas de salir del auto en ese mismo momento, y si no hubiera sido porque estaban parados en medio de la nada lo hubiera hecho. Pero la Avenida más cercana debía estar a, por lo menos, cinco cuadras a través del pasto, y las botas que tenía puestas le apretaban demasiado.

—Bueno, me harté de hablar de Pedro —dijo Cony terminante—. Si no me creés no me importa... ¡Me aburriste, pibe!. Llevame ya mismo a mi casa.

Esteban cerró los ojos y los puños... Tenía que calmarse. Tenía que imaginarse a si mismo ganando la cuenta de la Cerámica Ríos. Tenía que conquistar a aquella pelotudita a como diera lugar. ¿Quién era ella, después de todo, para despreciarlo?

—Sabés que tenías razón... —le susurró al oído, usando todo su encanto de seductor—Yo también me harté de hablar de Pedro... Podemos charlar sobre nosotros, en cambio...Comenzó a acariciarle la entrepierna con contenida suavidad, y ella lo apartó.

Los ojos de Esteban se nublaron por la furia, pero nada dijo.

—¡Llevame a casa! ¡!¿Sos sordo?! —repitió Cony con prepotencia

Esteban trató, una vez más, de contenerse, pero sentía ganas de matarla. Volvió a cerrar los puños y mirándola a los ojos, replicó:

—O podríamos seguir discutiendo esto en mi departamento...

Pero Cony no tardó en responder:

—¿Sos boludo o te hacés?... ¡A ver si te hiciste la película de que me iba a acostar con vos!... ¿Creés que me voy a la cama con cualquiera?

¡¿Con cualquiera?! ¿Qué significaba eso?

Esteban le gritó su furia: —¡Ah! ¡Conmigo no, pero con Pedro si! ¡Te hubieras acostado con él ¿no?! ¡A él sí lo hubieras dejado que te la metiera hasta por el culo!

Cony lo miró con desprecio.

—Puede ser...—le dijo con frialdad—. Pero no me gusta la pija del mono, sino la del dueño del circo.

Esteban sintió estallar su cabeza. El mono..., el dueño del circo... Todo lo que veía era rojo. Sintió la furia apoderarse de su sexo. Quería joder a esa puta. Quería cogerla hasta que pidiera perdón... El no era ningún mono. El nunca había sido menos que Pedro. Ninguna puta de Pedro tenía derecho a rechazarlo.

Cruzó la cara de Constanza con un sonoro cachetazo que la dejó atontada. Cuando pudo reaccionar intentó defenderse, pero sus cincuenta kilos nada podían frente a los poderosos brazos y piernas de Esteban, que tanto la habían impactado cuando lo conoció. Él se sentía dueño de la situación. La muchacha quiso frenarlo, pero fue imposible. Quiso cerrar las piernas, pero sólo pudo sentir el dolor quemante del sexo de su agresor, penetrándola sin compasión hasta quedar exhausto.

Cuando se cansó de poseerla la dejó a un lado.

Constanza lloraba, la ropa hecha jirones, en estado de shock. Esteban ni siquiera se volvió para mirarla, antes de hablar.

—¡Ahora sí te llevo a tu casa! —le gritó secamente.


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Flavia asomó su cabeza por el inodoro y volvió a vomitar.

Esto era ridículo. No tenía ni quince días de embarazo.

Se sentó en el piso frío del baño, sin fuerzas. Hasta ahora sólo había pensado en aquel peso en el vientre como si se tratara de un tumor. Pero la idiota de Mariana le había dado un nombre: lo había llamado “hijo”. Y ahora no podía dejar de pensar en eso... Hijo... M’hija la llamaba “el papi”.M’hija le decía mientras la tocaba ahí abajo. Otra vez pudo sentir el gusto amargo de la lengua del viejo en su boca.

Volvió a vomitar.

Hacía ya muchos años que no pensaba en eso...De nuevo se sintió traicionada por un asqueroso hombre.¿Qué pensaría el Dr. Pérez Prado, que era tan bueno y digno, si alguien la encontraba muerta por su culpa? ¿Qué pensaría “el papi” si supiera que ella se mató? ¿Qué sentirían aquellas dos basuras que sólo se habían aprovechado de ella?

Se levantó y fue hasta el botiquín del baño. Quería terminar con todo, y algo debía haber allí para ayudarla.... Revolvió un poco y encontró una pequeña navaja, de esas que antes usaban las mujeres para depilarse. La levantó para examinarla, y pudo ver el reflejo de la luz en el filo oxidado. La apoyó de nuevo en el estante, y buscó en el cajoncito de los remedios: ¡aspirinas! En aquella puta pensión sólo había aspirinas. Podía tomar muchas... O podía cortarse las venas con la navaja...

Se recordó a si misma, sola en aquel cuarto sucio cuando tenía doce años. Volvió a verse en esa camilla, y volvió a sentir la sangre corriendo entre sus piernas. Sangre...Mucha sangre...Todo su cuerpo empezó a temblar.

Salió del baño a duras penas justo en el momento en que Constanza entraba, pero ninguna de las dos se dio cuenta de la presencia de la otra.

No vio nada hasta cerrar la puerta de su cuarto. Allí se desplomó.
Incapaz de caminar, se sentó en el piso y volvió a ver su pasado, pero sin recordar. Era como si tuviera asientos de primera fila en una película protagonizada por una nena como ella, vestida con esa pollerita amarilla que tanto le gustaba, y a la que su papi llamaba “m’hija”, pero que era una extraña.

Después recordó sus días con el doctor. No eran imágenes, era un sentimiento cálido que se metía entre las piernas, hasta que en su cerebro volvían a estallar las palabras que la obsesionaban: “no te quiero, siempre quise a mi esposa. Lo nuestro fue un error”.... Un error.... Un error.

Ella era un error.

Las fuerzas la abandonaron por completo. Se acurrucó en el piso y permaneció así por el resto de la noche. Sin pensar.

Una pequeña tregua.


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Constanza se metió vestida bajo la ducha. Abrió la canilla sin esperar el agua caliente, y comenzó a frotarse con furia. Se sentía sucia. Muy sucia...

Quizás no era la primer vez que la violaban... Quizás alguna de aquellas noches en blanco, cuando todavía era adicta y se despertaba bañada en vómito y semen... No estaba segura...

Quizás...

Pero de lo que sí estaba segura era de que nunca antes había sentido miedo.

Buscó el orgullo y el desprecio que la habían ayudado a llevar adelante su vida, pero no los encontró. Sólo ese dolor entre las piernas...Trató de rebelarse una vez más... ¡Esto no podía pasarle a ella! ¡No a Constanza Ríos!... ¡No a la hija de Eleuterio Ríos!

Pero le había pasado.

Comenzó a llorar de impotencia. Pero no a los gritos, como solía hacer siempre, para que la escucharan todos. No. Lloró en voz baja.... Lloró como cuando su madre se había ido, como cuando abuelita se murió, como cuando se hizo señorita a los diez años... Lloró agazapada en la bañera, hasta que su cuerpo maltratado no pudo llorar más.


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Mariana se acomodó a oscuras en su cama. Sentía un nudo en la garganta y muchas ganas de gritar, pero no debía hacerlo. En la cama de al lado dormía Agustina y no quería despertarla. Era muy tarde para darle explicaciones y, además, ¿qué le iba a explicar?

Sintió las lágrimas corriendo por sus mejillas. Su mente le decía que eso era ridículo, pero...

Por primera vez en tantos años no pudo controlarse: tenía lástima de si misma.

De esa nenita de cinco años que había sido cuando, aquella noche fatal, al despertar de un mal sueño y llamar agritos a sus padres, por primera vez ellos no habían ido a acunarla.

Del piso frío del Convento, donde algún alma de caridad la había llevado, todavía descalza y llorosa.

De todas esas navidades pasadas en largas misas y festejos ajenos.

De todos aquellos cumpleaños rápidamente olvidados, y de todos los actos escolares en que los chicos se reencontraban con sus padres, y ella se quedaba sola en medio del salón.

De todas las caricias buscadas y no recibidas.

De todas las ilusiones de amor que había tenido, y que José Luis había destrozado.

De su soledad...

Casi podía sentirse otra vez en aquel camastro, la primera noche en el Convento. Casi podía escuchar a la Hermana Clara, sosteniéndole la mano y diciendo que, de ahí en más, iba a ser la Mamá de Jesús quien la acunara. La Mamá de Jesús...

De sus labios, casi por hábito, brotó un Ave María, y luego otro, y otro... Y como si una Madre le acariciara el alma, comenzó a inundarla un sentimiento de paz.

Se acurrucó y, por fin, se quedó dormida.


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Aquella fue una mala noche en la pensión.

Una noche de mierda.

Una vida de mierda.

Una vida.


FUERTE

lunes, 29 de marzo de 2010

Mi primer día

AAAAAAAAAAAAAAA jaja

Chicas!! hoy fue mi primer dia en la facultad!! y fue re lindo!! me reencontre con mis viejos compañeros y me di cuenta que rindo las mismas materias con dos de mis mejores amigas!!! jaja no nos habiamos dado cuenta antes porque hace bastante que no hablabamos... pero bueh! el destino nos quiso reencontrar!!!

La clase estubo buenisima!! entendi todo!!

y estoy muy feliz por este cambio del colegio a la facultad, porque aunque no lo crean es un GRAN CAMBIO pero es muy favorable para todos!! porque nos enseña a crecer como personas (tanto fisica y mentalmente)

Besos, Mikita.

"Deliciosamente vulnerable" cap 10

Conocía muy bien ese sonido estridente. Era el teléfono celular de Constanza, sonando sin parar desde hacía diez minutos. Loly estaba angustiada y no sabía qué hacer. No quería perder, por una pavada, el comienzo de amistad que había logrado con Cony. ¿Qué hacía? ¿Atendía? ¿Se ofendería ella? ¿Y si al regresar de bañarse descubría que habían estado llamando? ¿No la culparía por no atender?

Ya casi iba a hacerlo, cuando vio la figura perfecta de Constanza asomar por la puerta. Todavía envuelta en una toalla, comenzó a secarse sin pudor, ignorando el sonido que tanto había preocupado a Loly.

—¿Atiendo? —preguntó ésta por fin, casi en un suspiro.

—Sí, atendé —contestó la otra con displicencia—. Y después anotá el mensaje por ahí.

Era Esteban.

Primero la confundió con Constanza y parecía dulce y seductor, pero al darse cuenta de su error se volvió frío y cortante. Dejó un número que Loly apuntó con esmero.

—De hoy en adelante podés tomar mis mensajes... Es más, te dejo el celular... Así, cuando no estoy muy interesada en que me llamen doy ese número, y para algo urgente o personal doy el del que llevo en mi cartera.¡Un celular! Por fin Loly iba a tener un celular propio.

Claro que no lo iba a poder usar para asuntos personales, pero.... se imaginaba atendiéndolo y llevándolo a todas partes... ¡Era emocionante!

Constanza circulaba desnuda por el cuarto, eligiendo la ropa de aquel día, (ya era prácticamente de noche),mientras observaba a su compañera de reojo.

—Te vendría bien un corte de pelo... Mañana te llevo a mi peluquería...

Loly le devolvió una mirada tan emocionada, como agradecida.

Pero la otra no había acabado:

—Eso sí, vas a tener que llevar al menos cien pesos, porque Leo es un poco caro.

¡¿ Cien pesos?!

Constanza observó la cara de horror de la otra y preguntó con desdén

— ¿Es un problema eso?

—¡No!, ¡claro que no! —mintió Loly.

Ir a la peluquería con Cony era un sueño hecho realidad, aunque gastara toda su mensualidad en eso... ¡total!,siempre estaba a tiempo de comer el mes próximo. Y bajar unos kilos no le iba a venir nada mal. Después de todo: nunca se era lo suficientemente flaca.


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Mariana estuvo pensativa todo aquel día en la facultad. Sabía que unas filas atrás suyo estaba Lanzani con su grupo de amigos. Ella, en cambio, siempre se sentaba sola en la primera fila. Y no es que no fuera sociable, pero invariablemente que conocía a alguien terminaba aventajándolo y perdían contacto. De sus amigos del ingreso el más adelantado recién estaba en tercer año. No era el caso de Lanzani, que además de ser famoso en la facultad por “portación de apellido”, se había tomado tiempo suficiente en hacer la carrera como para conocer a todo el mundo.

Pero no era Lanzani lo que la preocupaba.... De él ya casi no tenía recuerdo, (todo era cuestión de voluntad)Claro que lo había visto al empezar la clase, pero por las dudas no lo había saludado, (si no lo había hecho en cinco años ¿porqué empezar a hacerlo ahora?) Él, por su parte, había dirigido su mirada al rincón que ella solía ocupar, pero al encontrarse con sus ojos, tampoco la había saludado.... ¡Mejor para los dos!

En cambio, lo que a Mariana la torturaba era el asunto de Flavia. Y sobre todo, no poder hacer nada para impedirlo.

Su cabeza giraba sin parar buscando una respuesta, así que cuando el profesor le pidió que resolviera el cálculo dela retención sobre los sueldos, ella tuvo que confesar que había estado distraída y no tenía ni idea de lo que le estaba hablando.

Toda la clase se sorprendió. Todos menos Pedro. Él sabía el efecto que tenía en las mujeres... Las vacilaciones de Mariana lograron conformar a su ego, un poco dañado hasta entonces por la aparente indiferencia de ella.

¡Pobre chica! Después de todo, Pedro sentía un poco de lástima... Alguien debiera haberle advertido antes de salir con él, la triste realidad: “un Lanzani nunca pierde”


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Esteban prefirió no entrar en el aula ¡Estaba furioso!...Ya había llamado dos veces al celular de esa idiota de Cony, y siempre le respondía la otra retardada.

¿Qué le pasaba a esa mina? ¿Acaso pensaba que él era poco para ella?

Se acomodó en una saliente y empezó a montar guardia frente al aula de Cony... Llevaba cuatro días alimentando su odio...

—¿Qué hacés acá?

¡Increíble! ¡Cony ni siquiera había estado en clase durante ese tiempo!... En cambio aparecía sonriente a sus espaldas.

Se incorporó y le echó una mirada congelada..... —¿Y vos qué hacés acá?... Tendrías que estar adentro, estudiando.

—Me quedé en el baño, charlando con las chicas... ¡Ese profesor me da alergia!

—Así no vas a aprender mucho.

—¿Y quién te dijo que quiero aprender algo?... Parecés mi viejo.

Por un momento callaron, incómodos, pero ella rompió de nuevo el hielo:

—¿Trajiste auto?... Tengo ganas de irme y los idiotas del remise no me contestan.

¿Con quién lo confundía? ¿Con un taxista?... Tenía ganas de asesinarla, pero pensó en el viejo Lanzani, y en lo bien que le caería si él traía la cuenta Ríos....

—Siempre tengo el auto listo para vos —respondió con tono seductor.

Y dando vuelta la cara añadió en forma casi inaudible:

—Entre otras cosas...


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Flavia abrió la puerta de la pensión y encendió la luz del recibidor. Allí, sentada en la oscuridad, estaba Mariana.

Por la cara que tenía supo que la había estado esperando.¿Quién se creía que era, esa pendeja?... ¿Qué, le iba a dar lecciones de vida y moral justo ella?... ¡Si hasta virgen debía ser!... ¡Claro! Era fácil juzgar cuando uno vivía como una monja... ¡¿Qué?!.... ¿Le iba a hablar de Dios? ¡¿Dónde había estado Dios cuando lo del “papi”?!Flavia no estaba de humor para idioteces...Se dirigió hacia el patio sin mirarla, pero la voz de ella la hizo parar en seco.

—¿No andabas necesitando plata, vos?

—¿Qué? ¿Me vas a dar? —le contestó con soberbia.

—¿Cuánto querés?

Flavia comenzó a dudar ¿se habría humanizado la pendeja? —Quinientos dólares —dijo al fin.

—¡Te doy mil!

Ya no tenía dudas. Algo se traía entre manos “la novicia voladora”.

—¿Con qué condición?

Mariana la miró a los ojos.

—¡Que lo tengas!


Desde ya aviso, mañana se viene un capitulo muy fuerte. pero, cuando digo fuerte, me refiero a lleno de dolor. besitos

domingo, 28 de marzo de 2010

"Deliciosamente vulnerable" cap 9

Aquella noche, mientras la fogata iniciada por Constanza iluminaba el patio de la pensión, sin que nadie se interesara en apagarla, Mariana pudo ver como Flavia encaraba a Agustina en la sala de estudio y tomaba su brazo con fuerza, para salir después corriendo, con cara de enojo.

¡¿Qué estaba pasando entre esas dos?!

Cuando su amiga salió al patio la enfrentó: —¿Qué quería Flavia?... Hace dos días que las veo juntas.

—¡Ni me hables! —le contestó Agustina, mientras se frotaba el brazo izquierdo surcado de arañazos—. ¡Está loca!... ¿A vos no te pidió nada?

—No.

—¡Claro!... Porque sabe que, aunque sos la única de nosotras que tiene efectivo, se lo vas a negar.

—¿Pero qué pasa?... ¿Lo necesita para algo grave?

Mariana, que había ayudado a más de una en la pensión con el fondo que tenía ahorrado para la compra de un departamento, pensó brevemente cuánto podía sacrificar si Flavia se lo pedía. Pero la respuesta de su amiga la golpeó como un cachetazo.

—Un aborto.

—¡¿Un aborto?!¡Un aborto!...

En el corazón de Mariana sonaba como si le hubiera dicho “un asesinato”. ¿Quién busca “sponsors”para cometer un crimen? ¿Qué clase de persona lo comete?¿Qué clase de mujer elige matar a su propio hijo?...Mariana estaba asqueada, y Agustina podía leerlo en sus ojos.

—Sí. El amiguito...., el médico. La dejó embarazada y ahora se “abrió de gambas”... Y no sólo dice que no puede ayudarla con plata, sino que tampoco quiere que esto trascienda en el hospital en que trabajan juntos, así que, virtualmente, la despidió y le prohibió que volviera a contactarse con sus compañeros.

—¡Pero no puede hacer eso!... Legalmente...

—La idiota se siente ofendida y humillada y no quiere ventilarlo en un juicio.

—¡¿Y por eso va a abortar?! —replicó Mariana con indignación.

Agustina sabía lo que sentía. Su amiga era muy rígida en cuanto a moral y le repugnaban los abortos. En cuanto a ella, si bien no se había criado en un Convento, como Mariana, tampoco era algo que le causara gracia. Pero en el hospital había aprendido el valor relativo de los valores absolutos, y a mirar la ética con un sentido práctico. No la asustaba que Flavia quisiera hacer un aborto, lo que la asustaba era que no estuviera lo suficientemente segura de hacerlo.

—Tiene miedo... Cuando tenía trece sufrió el primer aborto... Un tío, o algo así... Tuvo una hemorragia que casi la lleva al otro mundo. Ella creía que había quedado estéril y no se cuidaba... Y ahora está aterrada de pasar otra vez por lo mismo. Y se le ha puesto en la cabeza que yo puedo conseguir que se lo hagan en el Hospital de Clínicas... ¡Está loca!

Agustina, todavía frotando su brazo, se dirigió al baño, probablemente en busca de desinfectante.

En el patio la música comenzaba a sonar. Todas reían y bailaban alrededor del fuego.... Sólo Mariana, invadida por un frio intenso, contemplaba las llamas consumirse sin que pudiera hacer nada para evitarlo.


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—¿Qué tal la pasaste con la amiga de mi novia?

Pedro se dio vuelta. Creía que se había quedado solo y se sorprendió al escuchar a Ricardo, que lo observaba con una sonrisa sobradora.

—¿La amiga de tu novia? —preguntó confundido, pensando en todas las mujeres con las que había salido en las últimas semanas—. ¿De quién me hablás?

—De Mariana —respondió el otro, con una mirada cómplice.

—¿Mariana?

Pedro estaba confundido ¿Había salido últimamente con una Mariana?

—¡Esposito! —le aclaró Ricardo con algo de fastidio.¡¿Cómo podía salir con alguien como Mariana y olvidarse a los dos días?

—¡Ah! ¡Esposito!... ¡Claro!: Mariana Esposito... ¿Es amiga de tu novia?

—Viven en la misma pensión...

—¿También ella?... ¡Pero ahí vive todo el mundo!

—Sí... —dijo por compromiso, y, al ver que el otro no respondía, insistió—: ¿Qué te pareció?

—¡Increíble! —respondió Pedro con ganas—. Es una mina increíble.

—¡Viste! —asintió Ricardo con entusiasmo.

—Fabulosa... Hacía tiempo que no me sentía tan bien con alguien... —insistió el otro, mientras pensaba que, en realidad, era la primera vez que se sentía tan bien con alguien—. Una mina con la que se puede hablar. Que te escucha...

—¡Y lo bien que está! —insistió Ricardo.

—¡Ah! ¡Una potra!... Y las piernas que tiene...

—¡Y las tetas!... Cuando vamos a la playa y nos ponemos a jugar al voley, no sabés cómo se me van los ojos... ¡Mi novia me quiere matar!

—Sí, acá en la facultad nadie da dos mangos por ella, pero la mina es fabulosa...

—Bueno, entonces tenemos que arreglar para salir los cuatro...

—¿Los cuatro, quiénes?

—¿Cómo quienes?... Mariana, Agustina mi novia, vos y yo.

—¡Ah, no! ¡Yo con Esposito no salgo más! —replicó Pedro con firmeza.

—¡¿Pero no me dijiste que la mina era bárbara?!

—Sí... Es bárbara... Pero no es una mujer para mí...Esposito es una mina..., una mina de mesita de luz.... Es ese tipo de chica que te encantaría ver todas las noches antes de ir a dormir, pero que son tan frágiles que si las andás manoseando demasiado se rompen... Y yo, a esta altura de mi vida, lo único que busco es poder joder un rato.

Ricardo no podía contrariar la lógica tan simple de su amigo. ¿No era esa la razón por la que tampoco él se había animado a acercársele?... Se quedó pensativo y por fin contestó:

—No, en eso tenés razón... Con Mariana no se jode.


que opinan acerca de el capitulo?? me refiero al aborto... yo dije, en el fic, que iba a ser una historia con mucho dolor y les aviso q esto no es todo!! ustedes estan a favor o en contra del aborto???

sábado, 27 de marzo de 2010

"Deliciosamente vulnerable" cap 8

Todas estaban extrañadas de que, después de la escena del almuerzo, Cony no insistiera con el mal humor y la venganza.

Había varias razones para justificar ese extraño comportamiento: quizás no le interesaba tanto el tipo; o quizás temía a Mariana. Y es que durante sus primeros años en la pensión, cuando todavía la droga le pegaba fuerte, Mariana era la única que la enfrentaba. Si venía “colocada”o totalmente borracha, era muy dura con ella, aunque también era la única que le sostenía la cabeza cuando se pasaba las noches vomitando, e incluso, en dos oportunidades, la había salvado de morir por una sobredosis.

Fuera por lo que fuera, Mariana la había sacado barata, y nunca iban a resolver el misterio del por qué. Y tampoco iban a resolver el misterio del cuándo: ¿cuándo le había hablado Normita a Constanza para contarle, si la habían estado vigilando continuamente?... Ella, por primera vez en su vida, guardó celosamente el secreto; y aunque aquella noche Cony hizo una inmensa fogata con los dos únicos corpiños de la gorda, Normita aseguró a quien quisiera escucharla, que ver la cara de Constanza al recibir la noticia bien había valido tener que ir por la vida con las tetas colgando.


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—¿Qué tal te fue con Constanza Ríos, anoche?... ¿Te divertiste?... —preguntó Ana Clara, como por descuido.

Pedro la observó de arriba a abajo ¿Qué le pasaba ahora? ¿No estaría celosa, no? ¡Bueno fuera que se hubiera tomado en serio el puesto de “novia oficial” que le había endilgado su madre!

—¿Cómo te enteraste que iba a salir con ella?

—Nos vimos en la peluquería y me contó.

—¿Hablan de mí en la peluquería?

—Hablamos de muchas cosas... Pero ¿te divertiste, o no?

— Al final no salí con ella —replicó Pedro, cerrando el tema.

Pero Ana Clara no estaba dispuesta a cerrarlo.

—¿No fuiste al recital, entonces? ¿Qué pasó? ¿Tu amiguita Camila no te consiguió las entradas?

¿Cómo se había enterado Ana Clara de lo de Camila?...Obviamente la hija de Ríos no sabía nada al respecto...¿Quién se lo habría “buchoneado”?

Sabía la respuesta:

—Veo que estuviste hablando con Esteban.

—Creí que lo de esa putita ya se había acabado —comentó la otra, a la vez que simulaba no haberlo escuchado.

Esas cosas enfurecían a Pedro: que el muy idiota de Esteban estuviera presente en su vida como una sombra, y que la tarada de Ana Clara lo controlara.... Y aunque recurría a la muchacha cada vez que necesitaba sexo y estaba muy cansado para hacer una conquista, y a pesar deque los padres de ambos los daban por novios formales, uno y otro mantenían una saludable vida privada en total libertad... ¿A qué venía esto, entonces?

—¿Volviste a salir con ella? —insistió Ana Clara.

—No, no volví a salir con ella —respondió él con cansancio.

—¿Con quién saliste, entonces?

Era evidente que no iba a dejar el asunto.

Pedro sintió un primer impulso de no responderle, pero su cuerpo necesitaba desahogarse, y estaba dispuesto a soportar lo que fuera con tal de lograrlo.

—Con una compañera de facultad... —contestó por fin, como con descuido.

Sintió su miembro duro... ¿Cuándo se iba a callar esa idiota?... Quería tener sexo en ese mismo momento, y con quien fuera.

—Y... ¿cómo es esa compañera? —seguía preguntando ella, mientras él la recorría con impaciencia—. ¿Cómo es?—insistió.

—Pelo y ojos negros —respondió él, con rapidez y sin pensar.

Ana Clara se alejó y lo miró, sorprendida.

—¿De verdad es morocha y ojos negros?

—¡Claro!... ¿Para qué iba a mentirte? —le contestó mientras trataba de volver a tenerla.

—Nunca recordás el color del pelo de las mujeres conque salís. Mucho menos el de los ojos... Estoy segura que ni siquiera sabés el de los míos...

—¡Claro que lo sé! —se enfureció Pedro. Pero al mirarlos ojos de ella notó, con asombro, que también eran negros.

Se sintió avergonzado: —Lo que pasa es que a las chicas con las que salgo no les miro precisamente los ojos. En cambio con ésta hablé todo el tiempo y pude verle la cara.

—¿Y de qué hablaron?

Pedro pudo sentir como su sexo se desinflaba, y tomó distancia.

—Cosas... Facultad, trabajo...

—¿Por qué nunca hablaste de trabajo conmigo?

—¡Si eso no te interesa!... Además, no entenderías nada.

—¡¿Cómo que no entendería?!

—Si ni siquiera sabés de qué trabajo...

—¡¿Cómo que no?! Te estás por recibir de contador.

—¿Y qué hace un contador?

Ana Clara empezó sobradoramente a contestarle, pero separó en seco: ¿qué hacía un contador? Por fin se arriesgó:

—¿Cuentas?

—¡No!... ¡Nada que ver!... Además en el estudio trabajo como auditor.

—¿Auditor?... ¿Qué es eso?

—No importa... ¡Si no te interesa!

—¡Sí que me interesa!... ¿Qué es un auditor?

Pedro trató de darle una oportunidad e intentó explicárselo, tal como lo hubiera hecho con un chico de seis años.

—Un auditor es una especie de investigador privado. Se mete adentro de una empresa y averigua si todas las cuentas están bien hechas, y controla que nadie se quede con un vuelto; y además...

—¿Y es linda tu compañera? —lo interrumpió.

La miró con resignación y recordó la noche anterior. Entonces sintió, en todo su cuerpo, cuánto estaba extrañando a Esposito.

viernes, 26 de marzo de 2010

Debo decirles una cosa!!

ME ENCANTA!!!!

jajaja

Me encanta el hecho de tener un blog porque ahora puedo subir un monton de cosas ma aparte de la nove!!! jaja pero bueno todos los dias va a haber un capitulo nuevo de la nove "Delicosamente vulnerable" y ya saben que si tienen una nove para postear y no saben donde?? me avisan y se las posteo a su nombre si??

Por dios!!! chicas vean esto!!!



Por si no les anda aca les dejo el link:
http://www.youtube.com/watch?v=yiCaWIt2a_g&feature=PlayList&p=A69D6579C485DB0C&index=105

NO SABES SI NO SE ESTAN CHAPANDO MAL!!!!!

QUE OPINAN USTEDES???

"Deliciosamente vulnerable" cap 7

Loly miró de nuevo a su acompañante. Al principio le había parecido pura excitación que un chico de la “facu” la invitara en su primer semana en Buenos Aires. Pero ahora le parecía insoportable. El muchacho no era feo, pero de seguro no podía ni compararse a ese Lanzani con el que iba a salir Constanza. Además, el otro la iba a llevar al concierto del Ópera, (una única función y a precios exorbitantes). Éste, en cambio, la había arrastrado a aquella pizzería de mala muerte y de seguro esperaba que ella compartiera la cuenta, (¡ni loca lo hacía! Si el pibe no tenía plata suficiente, que se quedara a lavar los platos)

No... Así la cosa no iba ni para atrás, ni para adelante...Si Loly quería cambiar de vida, iba a tener que esmerarse al elegir su próxima cita.


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“¿Cómo una mina tan inteligente puede tener esas piernas? ¡No es justo!”, pensaba Pedro, mientras se le hacía difícil manejar y mirar a su compañera al mismo tiempo, en una forma discreta. ¿Cómo abordarla? ¿Cómo se hacía para encarar a una mujer que además de culo y tetas tenía cabeza?

—¡Qué distinta que estás! Al principio no te reconocí.

—Me imagino —contestó Mariana con una sonrisa.

—Nunca te vestís así para ir a la facultad.

—No, nunca —replicó divertida.

Pedro la observó algo confundido, y ella se sintió en la obligación de explicarle.

—Esta ropa no es mía.

—¿Y de quién es?

—De las chicas de la pensión... No sé, ¡les agarró un ataque! Cuando les dije que íbamos a ir juntos al teatro se pusieron como locas... Pensaron que teníamos algo así como... “una cita”... Y no hubo forma de explicarles... Fue como... ¿Viste el dibujito del demonio de Tazmania? No me preguntes cómo, pero de repente me envolvió un torbellino y aparecí vestida así...

Pedro se rió de buena gana. La respuesta de Mariana había logrado desarmarlo... ¿Qué clase de mujer era esa?

—¿Vos no salís mucho con chicos, no? —preguntó él con suspicacia.

—No.... Y vos no salís mucho con chicas, ¿no?

La miró sorprendido: —¿Me estás cargando?

—Chicas, dije... No minas, no gatos... ¡Chicas!

Él volvió a reir.

—Ah.... ¡no!... No muy seguido.

Después de eso, la charla entre los dos fluyó con facilidad. Sin notarlo, durante esos últimos años habían compartido muchos momentos. Pero el humor de ella, incisivo y pícaro, le daba a ese pasado en común una nueva perspectiva.

Tardaron veinte minutos en llegar al Ópera, pero ese tiempo bastó para que se burlaran de todo y de todos en la facultad.

Corrieron hasta el teatro: ya eran las nueve y cuarto y se suponía que el concierto comenzaba a las nueve en punto.

Cuando se sentaron en la segunda fila al medio, (¡Camila se había portado en todos los sentidos!), los parlantes anunciaron una demora en el inicio del show. Todos se quejaron ruidosamente... Todos, menos Pedro, que quería seguir la conversación iniciada y así poder conocer un poco más a aquel adorable fantasma que, por primera vez en años, había decidido dejarse ver.

Sin embargo, durante las dos horas que tardó en empezar el recital, fue él quien habló todo el tiempo.... Y no para conquistarla. Lo hizo porque se sentía cómodo... Por primera vez en su vida se dio el lujo de hablar con una mujer acerca de si mismo. De su trabajo.... Amaba su trabajo. Aunque no era bueno con las reglas o los horarios, se encontraba particularmente orgulloso de lo que había estado haciendo los dos últimos meses en el estudio. Ella lo escuchaba atenta, y sólo interrumpía para hacer alguna pregunta sobre el asunto, que parecía en verdad fascinarle.

No fue sino hasta que las luces se apagaron y el recital comenzó, cuando fue él quien pudo “verla” enteramente a su gusto. ¡De verdad disfrutaba la música!... Pedro podía sentir como cada nota penetraba en ella y la iba poseyendo. Como su cuerpo se abandonaba al ritmo y comenzaba a moverse con placer.

Permaneció sentado, (todo el teatro se había puesto de pie), e incluso tomó distancia para poder contemplarla mecer sus caderas y danzar... ¿La deseaba? De una forma distinta, quizás... En aquel momento lo único que deseaba era seguir viéndola, y percibir la música a través de la reverberación de su cuerpo...

Pero cuando el show acabó terminó también el embrujo.

Mariana se convirtió en Espósito y él, en Lanzani. Fueron a un lugar de comidas rápidas, (pagaba Mariana), y discutieron acerca del nuevo práctico de Impuestos.

Para cuando la dejó en la pensión, Pedro era un mar de sentimientos encontrados. Pero de una cosa estaba seguro: lo había pasado muy bien.


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El domingo amaneció nublado. A Mariana le pesaba el haberse acostado tarde, pero de todas formas apagó el despertador a las ocho en punto. (Si se levantaba a otra hora, el lunes se le hacía insoportable). A las nueva estaba en la Iglesia, dirigiendo las lecturas de la Misa y ayudando en la colecta.

A las diez ya estaba libre y sin saber qué hacer hasta la hora del almuerzo. Usualmente aprovechaba ese tiempo para estudiar y ordenar las cosas del trabajo, pero eso ya lo había hecho el día anterior.

Iba a tener que buscarse un lugar adonde poder ser útil, ahora que el tiempo le sobraba. Quizás un geriátrico, aunque prefería trabajar con niños. Le fascinaban los chicos, y en el Convento siempre se había hecho cargo de sus compañeritos menores.

Sí, iba a tener que hacer eso...

Y es que esa mañana quería concentrarse en lo que tenía que hacer, y no en lo que había hecho.... La salida con Lanzani le había alborotado la cabeza, y si de algo no podía darse el lujo, era de alborotarse.

Volvió a pensar en los chicos....

Recordó que con José Luis habían planeado casarse cuando ella cumpliera los dieciocho. A esa altura hubiera podido tener dos hijos, y una verdadera familia propia.

Se sintió sola y confundida.

Suspiró.

Decidió apurar el paso y llegar temprano a la pensión. Podía ayudar a Normita en la limpieza de los patios. Sí, eso la iba a distraer... Pensó en el patio que tenía que limpiar, y recordó a Méndez Cané parado en él...Y empezó a correr.


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Esteban abrió un ojo y miró al cielo. Estaba nublado...¡Gracias a Dios!... Eso significaba que el viejo Lanzani no iría a navegar ese domingo y, por lo tanto, tampoco tenía necesidad de ir él.... En tal caso podía encontrarlo en la marina a la hora de la cena.

Se revolvió en la cama y trató de taparse con las mantas. Aquel otoño venía ventoso, y después del fiasco de la noche anterior, lo último que necesitaba era ir a chupar frío en el puerto. Claro, si las cosas hubieran salido mejor con la heredera no hubiera habido necesidad de “tenerle la vela” al viejo, en domingo... Se hubiera reservado para su escena triunfal del lunes, cuando el mismísimo Lanzani lo hubiera buscado para preguntarle por su hijo. Pero en la noche todo había resultado un desastre. Odiaba cuando las “mujeres de Pedro” intentaban serle esquivas. Y la idiota de Constanza sólo había jugado al gato y al ratón con él... Lo peor había sido encontrarse con ese grupo de pendejos amigos de ella: ¿rugbiers se llamaban?... Ni siquiera podían recordar que Pedro y él habían jugado durante cuatro años en primera división... ¡Y la ropa! Eran patéticos. Uniformados, todos con sus remeras Lacoste y sus mocasines de Guido. Ni compararse con la chomba que llevaba él, de Polo Ralph Laurent, y sus mocasines italianos... ¡Unos pendejos!... Sin embargo, Constanza no había querido separarse de esos estúpidos en toda la noche... ¿Acaso todavía se creía una nena? ¡Si ya debía tener como veintisiete!

Trató de olvidar aquella velada terrible en que había gastado una fortuna, y no había logrado más que un número de teléfono. La iba a llamar, sí, pero se iba a tomar su tiempo... Después de todo, esa nena no le movía ni un pelo.

En cambio le bastó pensar en Pedro y Camila para que su sexo se endureciera. Camila... ¿Dónde tendría su número?


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En la pensión se podía respirar una calma tensa.

Ya todas estaban enteradas de que entre Mariana y “el tipo que iba a salir con Cony” no había pasado nada. En realidad, ninguna esperaba otra cosa, porque la conocían a ella y porque sabían muy bien cómo eran los hombre así. Pero lo que las obligaba a cuchichear, era la guardia que habían montado desde el día anterior, para evitar que Normita le contara a Constanza lo sucedido. Temían la reacción de ella... Y si bien a la larga la salida iba a terminar tomando estado público, pasados los primeros días la noticia iba a perder gravedad.

Desde la mesa del comedor, la dueña de la pensión llamaba inútilmente para el almuerzo.

Por fin Doña Estela se impuso: —¡Se enfrían los fideos, carajo!

Todas se conmocionaron. La dama odiaba decir malas palabras, pero más aún, que la comida que había hecho con tanto esmero se echara a perder.

De inmediato las pensionistas se ubicaron en la mesa. Ya se iba a comenzar a servir, cuando las puertas del comedor se abrieron de un violento golpe: por el vano, una Cony envuelta en furia, hacía recordar a la mitológica Gorgona.

Todas callaron, aterradas.

Aquella visión comenzó a caminar hacia la mesa con paso seguro y lento; arrebató la fuente de las manos de Doña Estela y, sin mediar palabra, la volcó sobre la cabeza de la desgraciada que le había robado el novio.

Se escuchó un ¡oh! contenido de todas las presentes.

Mariana, con la misma parsimonia con que había actuado la otra, tomó un fideo de su cara, lo sorbió sin disimulo y, mirando con una sonrisa a la dueña de la pensión, dijo:

—Ay, Estela... Te salieron buenísimos...

Y dirigiéndose a Cony, agregó:

—Lástima que esto tampoco lo supiste aprovechar...

jueves, 25 de marzo de 2010

Importante

Bueno, espero que hayan entendido el "porque" traje la nove al blog y no la seguí en el fic, y si no lo entendieron es porque no leyeron la primer nota que se llama "Adaptacion laliter" que esta antes de los 6 capitulos, por favor leanla. jaja
Hay algunas cositas que quiero decir:

1) Estoy muy contenta de hacer este blog y me encantaria compartirlo a fondo con ustedes. Me vendría barbaro que dejen sus comentarios (ya se que es cansador pero los necesito) para saber que opinan sobre esto y alguna suguerencia.

2) Cualquier duda me la pueden escribir en los comentarios de lo capitulos o de las notas que hago yo, y voy a contestarle lo mas rapido

3) También pueden mandarme mails a micaela.docarmo@hotmail.com (no suelo conectarme pero me fijo seguido los mails a través de la pagina de hotmail y encima no me anda mucho el msn

4) Mandenme suguerencias!! consejos!! los necesito!! porque no quiero que sea mi blog, quiero que sea NUESTRO blog

5) Como dije ya en la nota "Adaptacion laliter" si tienen alguna nove que sea adaptación o cualquier otra me la pueden mandar, junto con su nombre y yo la posteo aca; todo el crédito va a ir para la que escribió la adaptacion porque como dije en el punto 4 (quiero que sea nuestro blog)

6) HOY ES MI CUMPLE!!!!! JAJA

Bueno nada mas!! Las quiero mucho y espero poder formar una gran familia con ustedes y que entremos en el mundo de la lectura y escritura en el que podemos aprender muchas cosas y que mejor que leer una novela con tus idolos como protagonistas??

Listo, las quiero mucho!!

"Deliciosamente vulnerable" cap 6

—Hola... —dijo con cierto embarazo.

El hecho de que el otro se mostrara tan confundido como ella al verla allí, le permitió recobrar algo de compostura.

—¿Sabés quien soy, no?

Si, él la conocía.

—Espo... —comenzó a recitar Mariana su apellido. Terminaron de recitarlo juntos.

— .... sito.

—Sí, esa.

—¿Que hacés acá?

—Vivo en esta pensión .

—Ah... No sabía. ¿Podés llamarla a Cony?

—Cony tuvo que irse...

Pedro pareció muy contrariado al escuchar la noticia. Era evidente que no estaba acostumbrado a que lo dejaran“pagando”.

—¡¿Cómo que tuvo que irse?!... ¡Si sabía que yo venía a buscarla!

—Mirá, no estoy segura. Creo que tuvo un inconveniente de último momento y tuvo que irse. Pero, en su defensa, tengo que decir que desde las siete y cuarto que te estaba esperando.

—Sí, se me hizo tarde..., pero eso no la justifica... No sabés el trabajo que me costó conseguir las entradas para el recital... ¡Si no se hubiera acordado a último momento!

Mariana, que hasta allí se había limitado a mirarlo con cara de circunstancia, cobró repentino interés.

—¿Qué recital?... ¿El del Ópera?

—Sí, el del Ópera. ¡¿Vos sabés el trabajo que me costó conseguir las entradas?! —repitió Pedro, mientras en su interior recordaba las proezas de Camila aquella tarde, en la cama—. ¡¿Ahora qué hago?!

Los ojos de Mariana se iluminaron.

—Bueno, mirá, si las pagaste a un precio lógico yo puedo comprártelas. Me muero por ir al recital, y ya habíamos quedado con mi amiga; pero las entradas se agotaron el lunes mismo que salieron a la venta.

—No, yo también quiero ir. Es uno de mis grupos preferidos. Aparte el show es bárbaro. Lo vi este verano en Río... ¡Son increíbles!

—Si, son increíbles... —repitió Mariana con clara decepción.

Pedro analizó sus posibilidades: ninguna amiga iba a estar lista en cuarenta minutos, que era el tiempo que tenía para llegar. Y si iba al teatro solo, era un claro mensaje para Camila de que estaba interesado en algo más que un polvo rápido.

Miró a Mariana, como por primera vez.

—Bueno, dale, vení vos entonces —se escuchó decir—.Pero no tardes más de veinte minutos en arreglarte, porque empieza a las nueve.

Ahora que lo había dicho se sentía incómodo. Nunca antes había tenido vergüenza de invitar a una chica, pero esta no era una chica: era Esposito.

Sabía que iba a arrepentirse.


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Cuando Mariana entró a la sala, todavía algo confundida, las otras la esperaban con impaciencia.

—¿Qué le dijiste?... ¿ Se enojó?

—Tenía entradas para el Ópera... ¡¿ No es increíble?! ¿Cómo las habrá conseguido?

—¡Que bajón! ¡ Cuando se entere Cony!

—¿Y qué va a hacer?... ¿Piensa ir solo?... Si está fuerte dejo plantado a Chachi y lo acompaño yo —se ofreció gentilmente Marita.

—No. Me invitó a ir con él y... — continuó Mariana, pero no pudo acabar la frase sin que la interrumpieran.

—¡Y agarraste, quiero imaginar!

—No me dio tiempo a contestar. Me dijo directamente que pasaba a buscarme en veinte minutos... No sé qué espera que haga todo ese rato. No tardo ni dos en pasarme un poco el peine.

—¡¿ En veinte minutos?! —rugieron las otras casi al unísono.

Una furia inmediata se apoderó del lugar. No valieron los gritos y protestas de la pobre Mariana... Todas tenían algo para aportar. No se entendía muy bien si por amor a la amiga o por odio a Cony, estaban dispuestas a ofrecer lo mejor de su guardarropa y maquillaje para que Mariana estuviera perfecta.

Ella sólo pudo imponerse en una cosa: no hubo forma de ponerle una remera roja escotada que dejaba al descubierto los noventa y cinco centímetros de busto que tanto la avergonzaban. En lugar de eso se avino a una blusa blanca discreta que, sin ella sospecharlo, servía para no desviar la atención de la minifalda de cuero negro que descubría sus piernas curvadas y acentuaba sus caderas.

A los quince años, Mariana había pasado, en cuestión de meses, de ser una flacucha, a convertirse en una hermosa mujer, bien formada, y con unos pechos sobresalientes. La diferencia se hizo obvia el verano de aquel año en la pileta municipal, (único lujo que las monjas le permitían en vacaciones) Allí pudo percatarse, por las miradas de sus compañeros de la infancia, que su cuerpo había cambiado; y por la de los mayores, que se había transformado en un objeto de deseo.

Y no le gustó.

Quizás por haber sido criada entre monjas, o porque el cambio llegaba un poco tarde, cuando ya estaba acostumbrada a que la valoraran por ella misma y no por el tamaño de sus pechos, no le gustó. Por eso era terminante: nada de remeras, sólo blusas. Y más si iba a salir con un tipo como Lanzani.

A los dieciocho minutos y medio ya habían terminado.

Mariana estaba lista.


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Bastó que la puerta de la pensión se cerrara, para que Pedro ya se hubiera arrepentido. ¿Qué iba a hacer él con esa geniecito? ¿De qué iban a hablar? ¿Esperaría ella que la llevara a la cama después de la salida?

Recordó a Camila una vez más, y lo que la niña había mejorado como amante. Realmente lo había dejado cansado.... Él no era un tipo paciente como para enseñarle a nadie nada en materia de cama, pero la chica había aprendido algunas gracias en su ausencia. ¿Por qué no se había decidido por ir solo al Ópera? Hubiera corrido el riesgo de que Camila se hubiera “hecho la película”, es cierto, pero eso le había pasado con muchas otras, y él siempre se las había ingeniado para que les “cayera la ficha”.

Se preguntó a si mismo si tendría agallas para dejar plantada a Esposito. Se pasaba el día haciendo cosas que no le gustaban, y le indignaba tener que seguir haciéndolas en su vida social, sólo porque se había apresurado a hablar.

Para no llegar tarde tenía que doblar a la derecha hacia la pensión. Pero en vez de eso, pisó el acelerador y siguió de largo.

Después de todo, era la noche del sábado.


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—¡Hola! ¿Sabés quién soy?

Esteban estaba usando su voz más seductora. Pero Constanza esa noche no tenía ganas de dejarse seducir.

Era cierto que el tipo era “un potrazo”, y que una sola mirada bastaba para saber que había sido rugbier. Pero aquella noche no estaba de humor.

—¿Qué es esto?... ¿Una adivinanza?

—De la facultad... —informó Esteban, mientras se sentaba en el lugar vacío de Marcos, que había ido a servirse unos tragos.

—¿De cuál de ellas? Estuve en muchas —respondió Cony, con el calculado desprecio que usaba cuando sabía que tenía ganado a un hombre.

—De Económicas.... Vos sabés...

Esteban estaba ofendido de que no lo recordara, así que cambió su tono de voz, de meloso a indiferente.

—Soy el mejor amigo de Pedro.

Los ojos de Constanza relampaguearon de furia.

—¡Qué! ¿Te mandó él?

—No. Yo sé venir solito... Pero si te molesto me voy —dijo con enojo no fingido.

—No, está bien... Quedate...

Más por aburrimiento que otra cosa, Constanza comenzó a desplegar las armas de seducción que poseía. El tipo era“un potrazo”, y si de verdad era el mejor amigo del otro, podía ser una placentera forma de vengarse.

—¿Cómo te llamás?

—Esteban... —Evitó el Franchinotti que tanto lo avergonzaba—. Mi padre es socio de toda la vida en el estudio Lanzani, y con Pedro nos criamos juntos.

—¿Se criaron juntos? ¿Qué son?... ¿“mellicitos”?

—No, no somos mellizos... Parecemos iguales, pero somos muy distintos. Yo soy mucho mejor —respondió con superioridad.

—¿Y en qué sos mejor?—Por ejemplo no me gusta dejar plantadas a las chicas, y en especial cuando son hermosas.

Los ojos de Cony volvieron a centellear, pero no permitió que la furia se apoderara de nuevo de ella.

—Interesante diferencia... ¿ Y qué más?

—Bueno, lo demás lo tenés que averiguar vos solita, y te puedo asegurar que no te vas a arrepentir.

Marcos estaba volviendo a la mesa con los dos tragos, cuando, a lo lejos, notó la cara de satisfacción de Cony. Por un momento se sintió ofendido, pero al observar los músculos de su contrincante, decidió olvidar todo el asunto. Después de todo, el mundo estaba lleno de mujeres mucho más cuerdas que aquella, y él no era un tipo rencoroso. Se escondió tras unas cortinas, se tomó las dos copas y, elegantemente, se fue.


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Pedro pisó el acelerador a fondo. Ya se había arrepentido de arrepentirse y no quería llegar tarde. ¿En qué había estado pensando? No podía plantar a Esposito y después verla todos los días en la facultad... ¿Con qué cara?... Además siempre estaba la posibilidad de sacar ventaja de la chica: le podía servir para que le explicara Impuestos, la única materia de su carrera que le era particularmente esquiva.

Todavía no entendía por qué había tenido ese impulso por huir. Después de todo Esposito no era tan fea. Él lo sabía muy bien... Muchas veces, mientras estaba en capilla preparando su examen, había podido observarla. Sentada frente a los profesores, hablando con seguridad y sin nada de coquetería, sus ojos grandes se iluminaban con un brillo especial... La adrenalina del examen la hacía lucir hermosa. Claro que cuando se levantaba de la mesa la magia se esfumaba, y volvía a ser lo que era siempre: nadie. Pero la chica algo valía... ¿Porqué ese rechazo a salir con ella entonces?

Paró frente a la pensión y una vez más frenó el impulso de escaparse. Tocó la bocina preparado para esperar los cinco minutos de rigor, (o quince, o veinte, o...), cuando de la puerta salió...

¿Esposito? ¿Esa era Esposito?

¡Guau!

"Deliciosamente vulnerable" cap 5

Pasó, casi con descuido, para echar una nueva mirada. Sí, no había dudas, era Constanza Ríos. Pero, ¿qué hacía allí, a esa hora? El concierto en el Opera era a las nueve...¿Pedro no habría conseguido las entradas? ¡Imposible! Él siempre conseguía lo que quería... Además se las había pedido a esa solista con la que había tenido una historia hacía ya años. ¿Camila se llamaba la niña? Su grupo actuaba esa noche como “telonero” y Pedro la había llamado de inmediato al enterarse, (al guacho le gustaba sacar provecho de sus viejas conquistas) Por supuesto que Esteban no se había perdido detalle de semejante charla. Había escuchado la conversación por la extensión telefónica: era tan evidente que ella seguía enamorada de aquel idiota engreído, que de seguro le habría conseguido entradas, aunque fuera en el mismísimo escenario.

—¿Te pasa algo?

Esteban observó a María Pía, su acompañante, sin verla. Ya estaba aburrido de ella. No estaba a su altura. No era la heredera de nadie. No era nadie...

Su vista volvió a desviarse hacia Constanza Ríos. Ella giró la cabeza, y por un momento pudo ver su expresión. Sonrió satisfecho. Ahora entendía todo: el retardado de Pedro lo había vuelto a hacer... Plantar a una heredera por una putita de cuarta. Una cantante del montón que, según sabía por experiencia propia, dejaba mucho que desear en la cama.

—¿ De qué te estás riendo?

María Pía, la chica rubia que lo acompañaba, lo observaba sin entender.

Esteban no le contestó. Claro que tenía muchos motivos para reir...

Se imaginaba llegando al Estudio el lunes. En horario, tal como lo había hecho los últimos cinco años de su vida. Casi podía ver la cara ansiosa del Dr. Lanzani preguntándole a él por los resultados de la salida de su hijo con la chica Ríos. Y es que, siempre que el viejo quería saber algo de Pedro, le preguntaba a él, (para algo se habían criado juntos)

Imaginaba su propia cara al contarle, casi compungido, como había tropezado con ella en un lugar de moda, y como, al intuir su lógica furia por la estupidez de Pedro, había dejado fluir todo su encanto y enganche con las mujeres para conquistar a esa bebita malcriada, a esa rica heredera que abría las puertas del estudio a una cuenta demás de un millón.

Rió una vez más.

Podía ser cierto aquello de que “un Lanzani nunca pierde”, pero esa noche estaba dispuesto a demostrar que él, Esteban Franchinotti, podía ser, sin lugar a dudas, aún mejor.


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Mariana intentó concentrarse en la ley que tenía frente a sus ojos. Otro sábado a la noche que se iba a quedar estudiando. Levantó la cabeza y vio a las otras enfrascadas en su arreglo personal. Todas iban a salir, todas menos la gorda y ella, por supuesto. Y como tantos sábados a esa hora, el salón que servía las veces de comedor y biblioteca se convertía, por arte de ser el único cuarto de la pensión con buena luz, en una especie de salón de belleza, apto para tareas tan diversas como la depilación y el maquillaje.

Últimamente a Mariana la soledad le estaba pesando. Jamás había pensado en eso antes porque los sábados y domingos tenía que estudiar todo lo que no se había podido durante la semana. Pero ahora... Ahora sólo le faltaban dos materias para recibirse, y el tiempo había comenzado a alcanzarle y hasta a sobrarle. Y justo ahora que estaba a punto de lograr aquello por lo que había luchado toda su vida, justo ahora, comenzaba a darse cuenta de que estaba sola. Y no era que extrañara un hombre, (bueno, a veces, cuando sentía la presencia de algún compañero de facultada su espalda, o cuando miraba a una pareja besarse en la calle, y sus mejillas comenzaban a tomar color) No, no necesariamente era un hombre, un príncipe azul, el amor dela vida lo que necesitaba... No. Era sólo alguien que la esperara. Alguien, quizás, como la madre de Agustina, que sin conocer a su hija en lo más mínimo, la entendía, sin embargo, tanto. O como el padre de Constanza, que aún expatriándola a la pensión, no la dejaba ni un minuto sola. Alguien con quien poder ser una misma: ni la alumna perfecta, ni la empleada ejemplar, ni la compañera paciente y conciliadora. Una misma: callada, insegura, melancólica.

Una misma...

Por unos segundos se dejó vencer por la tristeza, pero de inmediato fue la imagen de Normita soplando sus axilas con desesperación para aplacar el ardor de la cera, lo que le arrancó una sonrisa. Ver sus ochenta quilos meciéndose al compás de una especie de danza india, en que cada pincelada de cera caliente era seguida por una letanía de malas palabras y saltitos de dolor, era algo realmente gracioso. Todas reían, incluso la misma Normita.

—¿De verdad no querés venir?

La voz de Agustina sonó desde atrás. Era evidente que se sentía algo culpable. La única vez que Mariana le proponía una salida, y la cosa se pinchaba.

—¿De verdad? —insistió.

—¿Y que voy a hacer yo con ustedes?

—Le digo a Ricardo que traiga un amigo y...

—¡No te metas en esa! —se metió Normita, con tanta vehemencia como si la invitación hubiera sido para ella—¡Seguro que el tipo es un pescado! Porque, ¡¿qué se puede esperar de un tipo que a las ocho de un sábado todavía no tiene programa?!

—¡Lo mismo que de una mina que a las ocho de un sábado todavía no tiene programa! —contestó Marita, otra de las pensionistas, sin levantar la mirada del espejo que apoyaba sobre su falda.

—Más grave que no tener programa a las ocho es no tenerlo a las nueve, así que es mejor que de una vez por todas dejes de ser tan cabezona y aceptes el ofrecimiento de Agustina. Además, si le hacés caso a la gorda...

Daniela no había terminado aún la frase, cuando ya Normita le estaba gritando. Se ponía como loca cuando la desvalorizaban.

Una vez más la casa era un conventillo. Aunque esta vez era por una buena causa. A pesar de ser muy cerrada, de tener ese tonito de superioridad, y de estar todo el tiempo hablando de Dios y la Iglesia, Mariana le caía bastante bien a todas. Quizás porque no se metía con nadie, (excepto con Cony, por supuesto), porque ayudaba en lo que podía, y en lo que no podía también, o porque, a pesar de ser tan bonita, no se “la creía”..., o quizás porque daba algo de pena verla siempre sola y estudiando, lo cierto era que todas querían que encontrara a alguien.

Y así, mientras Normita vociferaba a su contrincante ocasional, las demás intentaban persuadir a Mariana para que aceptara el ofrecimiento de su amiga.

Ricardo solía ir los sábados por la tarde a un club donde enseñaba a otros hijos de escoceses como él, las danzas tradicionales. Si ella no tenía prejuicios respecto de que un hombre fuera más rubio, tuviera el pelo más largo, o vistiera una falda más hermosa que la de ella, de seguro iba a encontrar una buena pareja entre los presentes.

Mariana se oponía con insistencia, más por costumbre que por convencimiento. Lo hacía a media voz, lo cual bastaba para incrementar los gritos de las otras.

Todo era un gran barullo, pero dos golpes en la puerta bastaron para que reinara el más absoluto silencio. Dos golpes era la señal acordada, en aquella casa de mujeres, para indicar que había un hombre en el interior de la pensión.

Flavia asomó por la puerta: —Che, yo ya me voy... Acá buscan a Cony. Es un tal...

Miró hacia el patio buscando confirmación.

Una voz clara y fuerte, demasiado conocida por Mariana, resonó en sus oídos

— Pedro —se escuchó decir.

¡Pedro! Un breve rumor corrió por la sala ni bien Flavia cerró la puerta. La extraña emoción de Constanza por esa salida había convencido a las muchachas de que ese tipo era algo especial. Y, por otro lado, todas, incluso Mariana o Agustina, le tenían miedo a Cony. Nadie quería molestarla. Sus venganzas eran famosas y su víctima favorita solía ser la gorda. Todas recordaban el cajón repleto de cucarachas, o el sapo recién aplastado entre las sábanas de la pobre chica... O, peor aún, cuando casi le había provocado un infarto a los padres de Marita, por hacer llamar a Bariloche anunciándoles la muerte de su hija. Constanza, si bien nunca tocaba lo sucio, era la mano negra detrás de toda calamidad de la casa. Su dinero, o su poder sobre los hombres, le permitía encontrar el verdugo adecuado. Y las penas que solía imponer habían ido creciendo en severidad a lo largo de los años.

Por eso, cuando Normita se apresuró a ponerse la blusa para salir a hablar con Pedro, todas se espantaron.

El rumor se convirtió en un fuerte murmullo: —¿Qué levas a decir, gorda?

Normita disfrutó el poder del momento y contestó, sin ocultar una sonrisa malévola

—Le voy a repetir lo que dijo “su novia”: que se iba porque no iba a esperar por semejante hijo de puta, con el“pito caído”, bueno para nada, que se dejaba coger por su padre y...

Las palabras salían de la boca de la muchacha como en borbotón. Eran la réplica exacta de lo que había dicho Cony, pero al no decirlas con furia, sonaban aún más ofensivas, si eso era posible.

—¡Te va a matar, gorda!

Pero “la gorda” estaba imparable. Quería venganza.

Las demás forcejearon con ella.

—Andá vos, que lo conocés —ordenó Agustina a Mariana, con autoridad, y todas, excepto Normita, la apoyaron.

—De ninguna man...

Mariana no había acabado de negarse terminantemente, cuando sintió un fuerte empujón y un remolino a su alrededor.

Cuando se quiso acordar, ahí estaba ella, del otro lado dela puerta y parada lo más cerca de Pedro Lanzani de lo que había estado en toda su vida.


Hoy es mi cumple!!!!!!!!!!!!

"Deliciosamente vulnerable" cap 4

Mariana entró a la sala. Se sorprendió al ver que Flavia estaba hablando en voz baja con Agustina, porque sabía que durante sus largos años de convivencia forzada en la pensión, apenas se habían dirigido la palabra. Y, en cambio, ya era la tercera vez que las veía juntas en esa última semana.

El ruido de la puerta al cerrarse hizo que Flavia notara la presencia de la muchacha. De inmediato, como si estuviera en falta, se levantó y, pasando delante de ella sin saludarla, se retiró del cuarto... ¿Que bicho le habría picado?

—¿Conseguiste algo? —preguntó Agustina a modo de saludo.

—¡Ni una! —respondió Mariana decepcionada.

—¿Y las funciones adicionales?

—Completamente vendidas.

—¡Y después dicen que en este país no hay plata! —acotó Normita, que recién acababa de entrar.

Le encantaba meterse en todo.

—Parece que el lunes a las ocho abrió la boletería, y a las diez ya no quedaba nada.

—Yo digo..., ¿esa gente no trabaja? —siguió quejándose Normita, como si fuera parte en el asunto.

—Y, bueno flaca, consolate... Los iremos a ver a Inglaterra cuando seamos ricas.

Mariana sonrió con resignación.

—¡¿Otro sábado a la noche solas, pobres perdedoras?!—interrumpió Constanza, que acababa de llegar de la peluquería.

Dos veces en una misma semana... ¡Increíble!... Cony les había dirigido la palabra dos veces en una misma semana. Las amigas la miraron con curiosidad... ¿que hacía ésta,“arreglada para matar”, en la sala de estudio que, por cierto, no era su lugar favorito de la casa?

Pero Cony continuó, indiferente a sus dudas: —¡En cambio esta noche yo salgo con Pedro Lanzani!

Mariana sonrió para sus adentros. ¡Ahora ya sabía el motivo de su presencia allí!... No sólo lo llamaba por el nombre. ¡No! Había que lucir el apellido. Y lucirlo ante las únicas de la casa que conocían su valor.

—Debés estar muy emocionada, porque es la primera vez que te veo esperar por un hombre... —retrucó Agustina con maldad.

—¡¿Esperar, yo?! ¡Error! Todavía faltan quince minutos para la hora de nuestro encuentro.

—¡Que ansiosa!... Lista quince minutos antes... ¿Tenés miedo que Pedrito se te escape?

Las dos amigas rieron con ganas, mientras Cony les devolvía una mirada de desprecio.

No había nada que hacer: no se podía ser simpático con la plebe, sin que a uno le guillotinaran la cabeza.


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Miró el reloj una vez más. Se le estaba haciendo tarde para su salida con la hija del dueño de Cerámicas Ríos.¿Cómo se llamaba?... ¿Nany... ¿Cony...? Tendría que fijarse en la agenda. La nena representaba una cuenta de quinientos mil pesos anuales, que cinco años atrás le habían arrebatado al estudio de su padre. Estrechar vínculos con la heredera era una oportunidad para lograr un buen cliente...Llevársela a la cama, (cosa de la que, por otro lado, ella parecía ansiosa), era algo así como “la yapa”.

Por fin llegó Camila.

La dulce criatura que tenía enfrente le alargó el sobre con una sonrisa cómplice. No la había vuelto a ver por más de dos años, pero aquel día en particular la muchacha estaba increíble. Como nunca antes. Era evidente que había madurado, y al verla así Pedro no podía evitar preguntarse si también habría mejorado en la intimidad...

Quiso volver a mirar el reloj, pero ella le tomó el brazo, tapó la hora y... comenzó a besarlo.


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Cony no sabía esperar. Su galán ya llevaba quince minutos de retraso cuando ella le había mentido a esas perdedoras que todavía faltaban quince minutos para la hora pactada. Ahora las muy estúpidas seguían mirándola, burlonas. Ya no soportaba la presión.

Por fin sonó el timbre.

Corrió a esconderse en su cuarto, porque no quería que Pedro creyera que lo había estado esperando. Desde allí oyó más de diez timbrazos, (¡esa idiota de Normita no servía ni para abrir la puerta!), y cuando ya casi se disponía a ir ella misma, el ruido cesó.

Durante los siguientes tres minutos su corazón se negó a latir. ¿Lo habrían atendido o, cansado de tocar, se habría marchado?... Y entonces sintió el grito destemplado de aquella gorda infame:

—¡Cony!... ¡Te buscan!

Ya calmada, volvió a ser la misma Cony de siempre. No había razón para temer. Sólo estaba un poco insegura porque había tenido que luchar bastante para que él la invitara. Al principio el tal Pedro no se había mostrado demasiado interesado en conquistarla, y eso la había descolocado un poco.

Pero ahora ya estaba en sus garras, y era hora de hacerle saber quién era ella. Sin embargo no quiso excederse, y, por las dudas, decidió no hacerlo esperar más de cinco minutos.

Se miró en el espejo, puso una capa más de labial, (ya llevaba seis), y volvió a mirarse: ¡estaba perfecta!

Abrió la puerta de su cuarto y comenzó a deslizarse por el pasillo como si fuera una pasarela. Llegó al hall de entrada, bajó la cabeza como con algo de cansancio y luego la levantó, buscando con la mirada a Pedro..., ¡y entonces pegó un grito!

Sentado en un sillón estaba Marcos, un idiota con el que había salido el martes anterior, (¡ya era historia!), y, en cambio, de Lanzani ni noticia.

—¡¿Qué hacés vos acá?! —gritó ofendida, como si la sola presencia del muchacho la hiriera en lo más íntimo.

El chico, que parecía bastante asustado y algo confundido, respondió en un tono apenas audible:

—Habíamos quedado en ir al cine.

—¡¿Cuándo quedé en algo yo con vos?!

—Cuando estábamos en el hotel... ¿ te acordás? —susurró el otro, justificándose.

—¡Por qué no lo gritás más fuerte! —gritó—. ¡¿Acaso todo el mundo tiene que enterarse que fuimos a la cama?!— replicó Cony, de forma tal que realmente todo el mundo se enterara.

Y continuó hablando, (ofendiendo)

—Si estaba haciendo el amor con vos, entonces, lo más probable, es que haya hablado dormida. No puedo recordar algo más aburrido que esa noche.

Desde el otro lado de la casa, Mariana y Agustina, habíendo escuchado el escándalo, no pudieron resistir la tentación de correr hasta el recibidor.

Agustina entró sin preguntar, mientras que Mariana se quedó afuera. No tenía valor para seguir a su amiga, ya que pensaba que allí estaba Lanzani. Lo conocía de la facultad, (era imposible no verlo), y últimamente habían coincidido en todas las materias. Pero si en los últimos cinco años nunca se habían dirigido la palabra, no era aquel el momento de estrechar vínculos. Mariana lo admiraba, no sólo por ser “un potrazo” como lo había definido Cony, sino por ser un tipo brillante y muy astuto en lo suyo, (la auditoría interna). Pero la verdad era que su presencia la intimidaba: después de todo era un Lanzani. Su abuelo había conseguido dar carácter universitario a la carrera de Contador Público, había fundado el Consejo Profesional, y creado el estudio más prestigioso de América Latina. Su padre era ahora el dueño del estudio, y como titular de una de las cátedras de Auditoría, la había hecho sudar por un diez el semestre anterior. Todavía temblaba al recordar los casi noventa minutos que había durado su examen, terminados los cuales le había anunciado la nota con una sonrisa sobradora, como dejando entrever que había aprobado más por ser mujer que por otra cosa.

En cuanto al hijo... ¡¿Quién no se intimidaba al ver al hijo?!

Mal que le pesara, Mariana notó que de sólo pensar en él se había puesto colorada, como una tonta.

No tuvo tiempo para mayores reflexiones: de inmediato sintió un empujón terrible. Cony salía del cuarto y de la casa como una tromba, arrastrando a un pobre muchacho que, por cierto, no era quien Mariana esperaba. En cambio, a su paso gritaba todo tipo de obscenidades contra Lanzani, su masculinidad, y la honradez de su madre.

Fueron pocos minutos de furia, pero los suficientes como para dejar al resto de las pensionistas sin palabras.

"Deliciosamente vulnerable" cap 3

Ya estaba familiarizada con el terreno. Era cierto que era nueva, pero una facultad era siempre una facultad, y ella ya había pasado por muchas.

Dio un último vistazo de reconocimiento... Ahí estaba: la presa... Lo mejor de lo mejor... Constanza clavó sus ojos en el tipo el tiempo suficiente como para encontrar su mirada. Entonces, en un gesto largamente calculado y repetido, dio vuelta la cara con desdén, como si ese galán le debiera algo tan sólo por haberla observado.

Por el rabillo del ojo pudo notar como aquel hombre espléndido se demoraba algo más en contemplarla, y aprovechó entonces para girar, alejarse, y exhibir su mejor ángulo. La fase uno había sido completada con éxito.


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— ¿Estás en Económicas, no?

Mariana levantó la cabeza sorprendida.

Ya era extraño que Cony compartiera con ellas la mesa,(para el almuerzo raramente estaba despierta, y la cena, si es que hacía alguna comida en el día, era con su amante de turno en algún lugar de moda)...

¡Pero que además le dirigiera la palabra!

—¿Qué dijiste? —preguntó por molestar.

—Que si estás en Económicas...

—Sí, por los últimos cinco años... ¿Por?

—¿Conocés a Pedro Lanzani?

Mariana sabía perfectamente a quién se refería, pero no pudo evitar la tentación de jugar un poco con ella.

—¿El profesor de auditoría?

—¡El hijo, por supuesto, idiota!

La muchacha percibió la mirada expectante de su rival y decidió hacerla sufrir otro poco.

—Si —contestó secamente, sin agregar nada más.

Cony se dio cuenta que era un juego... Pero lo que la otra ignoraba, era que, al menos en esa partida, ella tenía la carta ganadora.

—¡Mañana a la noche salgo con él! —gritó con orgullo, esperando la reacción de las demás.

Pero esa reacción nunca llegó.

Por un momento el silencio reinó en la mesa. Constanza estaba furiosa, y las otras lo disfrutaban.

Sólo Loly, que no entendía bien lo que estaba ocurriendo, se atrevió a preguntar.—¿Y quién es ese Pedro Lanzani?

Por primera vez Cony notó su presencia en la salita...¿También esa recién llegada se estaba burlando de ella?...Pero no... Bastaba ver su maquillaje y su ropa para saber que era una de las suyas.

—Pedro es el tipo más deseado de toda la facultad de Económicas... Y no sólo es un dios, un potrazo increíble, sino que también es hijo del presidente del Jockey Club, y dueño del estudio contable más importante del país... ¡Y no sabés el auto que tiene!

En medio de su monólogo, Constanza notó la mirada arrobada de Loly y pensó que, después de todo, la chica era bastante simpática.

—¿Sabés qué pasa? —continuó—. No hace falta estar muchos años en la facultad para levantarse un tipo así... A mí me bastaron sólo dos semanas para salir con el mejor...

—Y vos Mariana, tan estúpida, que en estos cinco años lo único que vas a conseguir es un título de Contadora —replicó Agustina con sorna, dirigiéndose a su amiga—.¡Debería darte vergüenza!

—No hace falta ser una amarga para ser brillante...Todos dicen que Pedrito va a sacar la medalla de oro...

—¡Por portación de apellido, no de libros! —terció enojada Agustina.

—¿Y vos qué sabés?

—¡Tarada!... Lanzani estudia junto con mi novio. Conozco muy bien toda la historia... Si fuera por promedio, la medalla de oro se la tendrían que dar a Mariana. Pero como el viejo de él fue dos veces presidente del Consejo Profesional...

—Tampoco es tan así... —aclaró la imputada, que no era tan modesta como realista—. Me guste o no tengo que reconocer que el tipo no será muy aplicado, pero es muy inteligente... —Y echándole una mirada a Cony, agregó—al menos en la facultad. En cuanto a su gusto en mujeres: no te quiero desilusionar Constanza, pero no fuiste vos la única que se lo levantó... “Pedrito”, como lo llamás, sale con todas. Es más fácil que la tabla del uno.

Cony reconoció la jugada ganadora de inmediato, y sonrió complacida

—¿Acaso salió con vos?

—A mí no me interesa salir con... —comenzó a defenderse su rival con timidez, pero la otra no le dio tiempo de terminar.

—¿No serás vos la que no le interesa a él?

Cony saboreo el triunfo y, sin probar otro bocado, abandonó el comedor.


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—Bueno, señores... Hemos revisado los últimos prácticos y tenemos que, ante todo, pedir disculpas...Sucede que desde que la cátedra dio el teórico, hasta que nosotros dimos el práctico, ha habido al menos siete, digo bien, siete cambios legislativos que modifican radicalmente la forma de valuación de los activos para el impuesto a las ganancias. Así que los invito a que vayan rehaciendo todo, (si es que entienden estas nuevas normas de locos), y les doy la alegre bienvenida al país incoherente donde van a tener que ejercer.

El pequeño número de alumnos que conformaba la comisión rió. Por ser estudiantes avanzados de la carrera de Contador, ya trabajaban, y hacía un tiempo que transitaban por el difícil camino de la inseguridad jurídica del país.

—Sin embargo, hay dos prácticos que quiero destacar...

—Espósito y Lanzani — susurró en tono burlón Medina

—Espósito y Lanzani —recitó el profesor.

Todos, menos los de la primera fila, se burlaron.

—¿De qué se ríen? —se enojó el docente—. A mi no me causa gracia... Es más: a veces tengo la impresión de que para la única que doy la clase es para la Señorita Espósito... —Y, mirándola con una sonrisa, preguntó—¿Mariana, verdad?... Los demás no me escuchan... En cuanto a usted, Lanzani, todavía no me decido si es que abandona todos sus conocimientos al entrar a la clase, para no humillarme, o tiene los mejores asesores impositivos para que le hagan los prácticos...

Los demás rieron de buena gana.

Todos menos Pedro, que se preguntaba cómo diablos iba a hacer para aprobar aquella maldita materia.


Hoy es mi cumple!!!

"Deliciosamente vulnerable" cap 2

Peter subió a su auto, algo apurado.

Desde la vereda de enfrente una chica joven lo miraba con insistencia y, al encontrarse con sus ojos, ella le tiró un beso con desparpajo.

Sabía que provocaba ese tipo de reacciones en las mujeres, y por eso no ese inmutó. Le bastaba una charla casual con una extraña, o la obtención de un número de teléfono, para ponerlo de buen humor. Pero no aquel día. Estaba demasiado cansado. La fiesta de cumpleaños en casa de su madre había sido demoledora: más de doscientos extraños llamándolo “Pedrito”, a la sombra de su padre.

Odiaba ser un “hijo de”... Odiaba estar más de dos horas seguidas con su familia, fuera de un contexto laboral. Amaba la libertad alcanzada a sus dieciséis años, cuando luego de un divorcio civilizado, sus padres le habían permitido ir a vivir solo... Por eso le resultaban tan duras aquellas fiestas.

Volvió a sentir la resaca de la noche anterior en la boca del estómago. Trató de anclar su mente y acomodó el práctico que debía presentar esa tarde en la facultad, (las chicas de la oficina de Impuestos eran unas “genias”,siempre dispuestas a ayudarlo con sus tareas, en forma tan prolija)

Sacudió la cabeza una vez más, tratando de despejarse.

Otro día en el paraíso acababa de empezar.


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Loly volvió a mirar sus hojas en blanco. Realmente no había ido a la sala a estudiar, (de hecho, no entendía mucho en la facultad). En cambio, se había tomado la molestia de caminar hasta alli con sus libros con la secreta ilusión de obtener más datos acerca de sus compañeras de pensión, y en especial de Cony, la chica con la que compartía el cuarto. Y es que si bien hacía ya dos días que estaba allí, la otra apenas le había dirigido la palabra, y sus horarios de sueño raramente coincidían... De no ser por los espejos, los cuatro percheros auxiliares y las numerosas cajas de zapatos, Loly hubiera pensado que estaba sola en aquel inmenso cuarto. Todo el dormitorio parecía una boutique con lo último de la moda de Buenos Aires y, como si realmente lo fuera, tampoco allí le estaba permitido llevarse la ropa, tan a su alcance.

Todavía resonaban en su oído las únicas palabras que le había dirigido Cony como bienvenida: “Hay tres reglas en mi cuarto: no presto plata, no presto ropa, no presto hombres... Vas a ver mucho de las tres cosas, pero no me gusta compartir”

A pesar de la rudeza de esas frases, Loly no podía evitar mirar a su compañera con admiración... Había venido a la Capital esperando encontrarse con todo el glamour de las revistas que leía en su pueblo, y Cony parecía su pasaporte para alcanzarlo. Pero ¿quién era ella?...

Y ahí estaba ahora, en la sala, cuaderno en mano, dispuesta a averiguarlo. Pero en vez del clima cálido que había esperado, se había encontrado con esa momia que no apartaba los ojos de su libro desde hacía más de una hora ¿Agustina se llamaba?... Sí, la que se estaba por recibir de médica... No era muy fea... Poco “producida”, pero no muy fea... Y por lo que había visto, incluso su novio no estaba nada mal.

Durante los pocos días de su estadía en la casa, creía haberse encontrado con todas las pensionistas. Sin duda alguna, la más linda, después de Cony por supuesto, era la chica que había cumplido años el día de su llegada. La que pronto se recibiría de Contadora... Muy linda de verdad, aunque... ¡no se le notaba para nada! La había visto casi sin verla durante dos días: pelo atado, y vestida siempre con la misma ropa, (pollera azul o marrón a la rodilla y camisa suelta)... Nada especial... Pero la noche anterior, al ir a tomar un vaso de agua a la cocina, se la había encontrado de frente con pijama. ¡Era increíble! Una hermosa cabellera larga y negra enmarcando sus enormes ojos. Piernas curvadas... Tetas fabulosas... ¡No parecía la misma! Una clara muestra de lo que la vestimenta podía mostrar o, en su caso, ocultar... De seguro la pobre chica había dejado de lado la moda por estar tan pendiente del estudio.

¡Un ejemplo para no seguir!

En cambio Cony... Ella era perfecta.

—Lo que no entiendo es por qué Constanza está acá, en esta pensión de mala muerte... —se escuchó pensar en voz alta.

Agustina levantó los ojos del libro de neurología, y la miró por primera vez desde que entrara a la sala.

No parecía molesta por la interrupción, más bien agradecida. Ya estaba cansada de estudiar, y hablar mal de Constanza era su deporte favorito.

—¡Ah!... Nuestra querida Cony... —comenzó a explicar, sin mayores preámbulos—. El padre la expatrió. Parece que tenía un departamento en Recoleta... hasta que un día lo allanó la policía. Había de todo ahí adentro, y papi Ríos tuvo que hacer valer sus influencias para que la nena no terminara en “cana”... Como resultado le sacó el “depto” y la mandó de una patada a esta pensión, para que Doña Estela, que alguna vez había trabajado en su casa, la cuidara... Vivir acá es la condición para que “papi” le largue buena parte de la plata que se gana con la cerámica...

—¿Cerámica?

—Sí... “Cerámicas Ríos”... El viejo está forrado.

Una ramalada de envidia golpeó a Loly... ¡Como le hubiera gustado a ella tener alguien que la mantuviera! Un padre rico que se hiciera cargo de sus gustos... Y no era que hubiera trabajado alguna vez, pero su viejo, un médico de provincia, era bastante tacaño a la hora de satisfacer sus necesidades más elementales: peluquería, ropa... Todas esas cosas imprescindibles para una chica. Y es que el pobre no entendía nada. Se la pasaba soñando con que ella terminara una carrera universitaria. Que fuera una más, una mediocre... Justo ella que había nacido para destacar, para ser admirada, para alcanzar un lugar importante...

Un lugar como el que Cony ocupaba.

Mientras seguía pensando, la cara de la niña se descolocaba y sus mejillas enrojecían. Desde el otro lado del cuarto, Agustina, curiosa y divertida, observaba la transformación de esa pendeja de dieciocho años. Conocía esa mirada. Ya la había visto muchas veces en aquella pensión... Sí, era la misma que ponía Constanza cuando algo interfería en su camino.

—¿Cómo te llamabas vos?

—Loly, como la modelo.

—Ah, sí... Claro, claro... Como la modelo —repitió Agustina.

Y sonrió.


Hoy es mi cumple!!!!

Adaptaciones Laliter

Hola chicas y chicos!!!:

Como andan?? bueno les comento yo etube potiendo adaptaciones laliter en el fic de casi angeles, pero al parecer surguió un problemilla... salió una nueva ley en no se donde que prohíben las adaptaciones y que se yo...
Pero como yo siempre voy en contra de la ley me cree este blog jaja...
Utedes se preguntarán... que corno voy a hacer con este blog??? bueno... voy a postearles aca la nove laliter que estaba en el fic de CA "Deliciosamente vulnerable" que no pude terminar, la razon por la que me haya esto este blog es porque no quiero perjudicar al foroactivo ni al fic, se corre el riesgo de cerrar, por eso prefiero que cierren algo mio (el blog) antes de que cierren el fic... estan de acuerdo??

Bueno tambien me entere que hay chicas que tambien tenian adaptaciones pero no la pudieron postear o no la terminaron de postiar, entonces se pueden poner en contacto por mi a mi mail personal (micaela.docarmo@hotmail.com, me mandan un mail, porque suelo conectarme muy poco) o me pueden escribir un MP en la fic de ca (mi nombre es "mikita"); entonces, poniendose en contacto conmigo podriamos llegar a la posibilidad de que yo les pueda postear su nove aca en mi blog (obviamente pondría sus nombres y todo el crédito sería para ustedes) que les parece?? asi las que leen el blog puedan tener mas noves para leer, mas variedad y mas cosas. Quieren??

Bueno ahora voy a postear los cinco capitulos de "Deliciosamente vulnerable" que había puesto en el foro de fics y un capitulo nuevo (o sea el 6) que es el que corresponde al día de la fecha.
Hablando del día de la fecha, hoy es 25/03/2010, ES MI CUMPLE!!!!! para las que preguntan "ayyy!!! cuanto cumplira????!!!!!" cumplo 18 jaja soy mayor de edad!!!!!

Ahora si las dejo!! y que se diviertan con las adaptaciones!!!