miércoles, 31 de marzo de 2010

"Deliciosamente vulnerable" cap 12

Esteban sólo fue capaz de sacar el pie del acelerador al llegar a su casa.

Ahora estaba temblando.

No podía creerlo... ¡Había violado a una mujer! ¡Había violado a la hija de Ríos!... ¿Y si lo denunciaba? ¿Y si contaba...?

¡¿Qué?! No tenía pruebas. La mina era una puta, todos lo sabían. Y además, lo había provocado.

Sin embargo, en su mente recordaba todas las ocasiones en que había escuchado que probaban una violación por el ADN del semen.

“Tendría que haber usado un forro”, se recriminaba una y otra vez. ¡Se había comportado como un idiota! Con un poco de paciencia ni siquiera hubiera tenido que forzarla.

Aunque no había estado del todo mal el asunto... En realidad había estado muy bien.

Recordó la cara de terror de Constanza y su pene se tensó. ¡Bien que se había asustado la puta!

Volvió a sentir una pequeña erección.

¿Qué pensaría ahora la idiota?... ¿No habia estado buena la del mono?

¿Quién era ahora el dueño del circo?


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—¡Buenos días, Pedrito!... ¿Qué anda pasando en tu maravillosa vida?

—Y... cada día más maravillosa.

—Dame un beso en la mejilla... ¿O ya no me querés, acaso?

—Por favor, Otilia... A vos estoy dispuesto a amarte hasta honrar el apellido Lanzani.

Otilia sintió un rubor intenso trepando por sus mejillas...¿Lo diría en tono de reproche o de puro zalamero?...¿Sabría algo de su historia con el padre, hacía ya casi veinte años?... Miró los ojos castaños del muchacho y la vieja secretaria alejó sus dudas... ¡Este Pedrito era un juguetón!

—¿El viejo anda por ahí?

—Voy a ver si puede atenderte.

—No, no puede atenderlo —terció Amanda con determinación—. Pidió que no lo interrumpieran.

Pero no terminaba de decirlo, que ya Otilia se había comunicado con su jefe, para franquearle el paso.

Y Pedro estaba a punto de retirarse de la oficina, cuando, dándose la vuelta, preguntó: —Por cierto, ¿alguna de ustedes recibió una llamada rara esta semana?

—¿Rara?... No. Se lo hubiera mencionado a tu padre —se apuró a contestar Otilia.

—No, yo no recibí nada —replicó Amanda, a la defensiva, mientras en su interior discurría acerca de lo injusto que era que secuestraran a tanta gente inocente, mientras que a aquel pájaro de cuentas lo habían dejado libre.


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En la pensión todos notaron el vuelco que había dado Constanza: ¡si hasta humana parecía! Comenzó a compartir las cenas con las demás, a trabar algo parecido a una amistad con Loly, y a callar su lengua frente a las desgracias ajenas. Incluso el día que accidentalmente la gorda se habia resbalado, patinando a lo largo del patio, en medio de contorsiones, para acabar con una ensaladera en la cabeza, ella no había dicho nada

.Pero cuando la noche del sábado Loly salió vistiendo con orgullo la blusa favorita de Constanza, todo el mundo entendió que algo muy grave le estaba pasando.


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Loly escuchó repicar el celular que llevaba en la cartera.

Últimamente casi había dejado de sonar, así que imaginó que esta, y no otra, era la llamada que esperaba.

Primero se cercioró de que Constanza no estuviera cerca, y luego atendió.

Sí, era el papá de Cony.

Y aunque no se conocían personalmente, varias veces ella había forzado la charla para trabar amistad. Sentía una particular atracción por aquel hombre moreno que le sonreía desde una foto, en la mesa de noche de su hija. Él la aceptaba complacido, pero nunca había ido más allá. De hecho sólo usaba aquel número cuando Cony no contestaba, cosa que últimamente ocurría con mucha frecuencia.

—Elu, tengo que hablar con vos... —susurró Loly al aparato, en un tono misterioso.

—Bueno, ahora podés hacerlo... Te escucho.

—No, no... Por acá no puedo... Cony puede llegar en cualquier momento, y si se entera lo que te quiero contar, me mata.

—¡Me asustás!... ¿Es algo serio?

—Prefiero hablarlo personalmente.

Eleuterio Ríos supo, por el tono de la mocosa, que lo estaba presionando, pero igual no quiso tirar la cosa alargo. Constanza ya le había dado demasiados dolores de cabeza, y bien podía haber vuelto a las andadas, así que prefirió no arriesgarse:

—Nos vemos en Rond Point a las ocho —dijo al fin.

El corazón de Loly comenzó a palpitar comenzó a palpitar con fuerza.

¡Por fin!


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—Viejo, te acordás que hace dos meses me dijiste que dejara la auditoría del grupo Testi, y yo me negué, y seguí trabajando... —comentó Pedro a su padre, sin ocultar su orgullo.

—Sí, ya sé. Ahora me vas a venir con que yo tenía razón y que no encontraste nada.... ¡Sos un cabezón!... ¡Te lo dije!

—No... Si encontrar algo, encontré.

—Si, pero vos tenés que entender Pedro, que a mi me sale muy caro tener al estudio trabajando para encontrar una diferencia de “chaucha y palitos”...

—De chaucha y palitos, puede ser. De cinco millones...

Pedro alargó una gruesa carpeta a su padre. Estaba orgulloso. Se había enfrentado a él y le había ganado. Se había jugado el todo por el todo en esto, y por primera vez se sentía un verdadero profesional.

Contempló al Dr. Lanzani dar vuelta las páginas con avidez. Sabía que, cuando raramente estas cosas pasaban, y había tanto dinero involucrado, la voz se corría en la plaza y el prestigio del estudio subía dramáticamente.

Y todo eso gracias a él.

—¡Esto es increíble!... ¡No se puede negar que sos mi hijo!... —repetía Lanzani, incapaz de no tener parte del crédito.“O nieto de tu padre”, pensaba Pedro, en cambio, que sabía que había heredado de su abuelo el amor por las Ciencias Económicas, y de su padre su afición por las mujeres.

—¡Esto es fabuloso! —insistía el otro, maravillado.

—Bueno, viejo. Ahora avisame con tiempo el horario en que pasás el informe a la gente de Testi, y que Otilia me acerque el original así lo firmo.

—¡Por supuesto, hijo!... ¡Y te felicito otra vez!

Pedro dio media vuelta y se encaminó hacia la puerta, pero cuando ya casi estaba por salir, sintió una vez más la voz de su padre:

—No hay nada que hacer, hijo... ¡Un Lanzani nunca pierde!



Si!! es un capitulo medio aburrido!!.... pero mañana se viene un capitulo un poquito mas laliter

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