Pedro volvió a tomar distancia. Le gustaba ver como aquella camisa se transparentaba en el contraluz, y le gustaba verla parada allí, tímida y asustada... Tan distinta ala Esposito de la facultad.
—Si querés podemos ir a la cocina, y ver si encontramos algo para comer. No hay delivery por la lluvia —informó al fin Pedro, más por piedad hacia Mariana que por hambre.
Ella aceptó la invitación sin dudar. La cocina de cualquier casa era un lugar que la hacía sentir segura y con algo para hacer.
Juntos revisaron la heladera y los armarios, ambas cosas casi vacías. Era evidente que se trataba de la casa de un soltero. Pero gracias a su buena voluntad y su pericia, Mariana fue encontrando algunos elementos que separaba con método. Mientras tanto, él, que desconocía el contenido de sus propios anaqueles, la dejaba hacer, divertido.
—A ver que tenemos... —dijo ella al fin, con aire de cocinera— Leche..., dos huevos...
—Los huevos deben ser de Ramona, la señora que limpia.
—Nos los va a prestar, entonces. Champignones enlata..., ¿también de la señora?
—No, de la inauguración de la planta en Rosario.
—... crema.... ¡y no está vencida!... ¿Para qué usas la crema, si es algo que se pueda contar a una niña criada en un Convento?
Pedro sonrió.
—El café...
—¡Ah!... manteca..., un poco de queso, muy poco jamón... Alcanza... Sal, pimienta...
Mariana comenzó a batir y cocinar. Pedro la observaba hacer, complacido. Cada tanto le pedía ayuda. Él se prestaba solícito, y aprovechaba para rozarla sutilmente. Le gustaba este juego, y sobretodo le gustaba jugarlo con Mariana.
A los pocos minutos la comida estaba lista y deliciosamente emplatada, con fino gusto: omellette de champignones y jamón.
—¿Dónde aprendiste a hacer esto? —preguntó él, sorprendido, luego del primer bocado.
—Con las monjas.
—¡Ah! Las monjas... Comían bien las monjas ¡Esto está espectacular!
—No. No se comía así en el Convento... Te morís del colesterol si comés todos los días esto... No, teníamos un microemprendimiento. Hacíamos catering para las fiestas de las familias más pudientes de Mendoza. Modestamente, todavía somos famosas en todo Cuyo. Incluso una vez nos contrataron de San Juan para una fiesta de doscientas personas.
—¿Y vos cocinabas?
—¡Claro! Me enseñó una de las hermanas, que es francesa... ¡Es divertido! Aún ahora, cada vacación, o para las fiestas, siempre voy y ayudo un poco ¡Me encanta cocinar!
—¿Y tu vocación por las Ciencias Económicas?
—También la adquirí con el catering. Alguien tenía que llevar las cuentas... ¿Tenés ganas de un postre?
—¡Claro!
Mariana flambeó unos duraznos que había encontrado en la heladera con el cognac importado del dueño de casa. Habitualmente no hubiera hecho semejante derroche, pero estaba segura de que a Pedro no le importaba... Luego los cubrió con crema chantilly, y el postre estuvo listo. Su anfitrión la miraba con la misma maravilla conque se observa un mago. Difícilmente entraba a la cocina, y le resultaba extraño que allí se pudieran generar tal deliciosa mezcla de sabores.
Luego Mariana volvió a insistir en vano con el teléfono. Por un tiempo escucharon música, en silencio, sentados uno frente al otro...Pocas veces se dijo tanto, sin necesidad de hablar.
Pero por fin, y tras varios intentos, Agustina atendió la llamada y le contó a su amiga del robo, y su larga estancia en la comisaría.
Ya no había más excusas para permanecer juntos. La lluvia había parado, la ciudad había vuelto a la calma...
Por supuesto que Pedro estaba decidido a llevarla, así que Mariana tuvo que ceder.
Vistiendo ella todavía la ropa de Pedro, y su propia campera, única prenda que se había secado, emprendieron el viaje juntos.
No hablaban, sólo la música sonaba...La música...
—Llegamos —dijo Pedro, mientras estacionaba el auto.
—Mañana te devuelvo la ropa
—Pero no la lleves a la facultad... En tal caso podemos ira tomar algo y...
Mariana no lo dejó terminar. Quería bajarse del auto cuanto antes y volver a su vida aburrida y controlada, pero segura.
—Gracias por traerme... —lo interrumpió con sequedad, mientras se apuraba a cerrar la puerta del auto—, y por todo lo demás. Chau
Pedro la contempló alejarse.
La muchacha tocó timbre, y cuando ya alguien le había gritado del otro lado que iba a buscar la llave nueva y le abría, sintió la voz de Pedro a sus espaldas...
—Mariana —le susurró. Se dio vuelta, sorprendida.—¡Chau! —dijo él.
La besó en la mejilla, y después la miró fijamente.
Cuando sonaron pasos del otro lado se alejó, subió a su auto, esperó a que le abrieran la puerta, y se fue.
Ella se quedó un momento afuera, viendo el auto alejarse, su mano en la mejilla que él había besado...¿Era su imaginación, o la había llamado Mariana?
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Agustina preguntó una y otra vez de quién era la ropa que traía puesta, pero Mariana se la ingenió para dar respuestas graciosas o equívocas... No quería mencionar a Pit, es decir, a Lanzani. No quería volver a pensaren él. No debía hacerlo. Era inútil. Quizás sus vidas no eran del todo paralelas. Quizás eran dos rectas que aquella noche se habían cortado en un punto, pero que a partir de entonces comenzaban irremediablemente a transitar caminos distintos, para no volver a encontrarse nun camás...
Cuando la muchacha se fue a acostar rezó, como lo hacía últimamente, por Flavia, para que su bebe pudiera nacer, y por las hermanas del Convento. Pero aquella noche en especial también sintió la necesidad de rezar por Pedro. Era un buen chico y merecía encontrarse a si mismo...
Por un instante logró sentirse satisfecha. Eso la había atraído de él: la necesidad que tenía de alguien que lo escuchara. De seguro esa había sido la única razón para aquella noche tan extraña....Sí..., su corazón estaba bajo control.
Durmió con placidez hasta la mañana siguiente. No podía recordar qué había soñado, pero al levantarse, contenta y relajada, notó una humedad distinta entre sus piernas... ¡Maldición! Ahora se sentía avergonzada: odiaba cuando su cuerpo se empeñaba en recordarle que, a pesar de todo, también era una mujer.
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—Vos entendé que ni siquiera tenés título.
Hacía ya media hora que su padre trataba de convencerlo.
—Además, hablé de vos durante todo el meeting. Pero no correspondía que estuvieras ahí. No podía decir que el trabajo era sólo tuyo... La gente paga por Lanzani cuando viene al estudio, entendelo.
—Yo también soy Lanzani, por desgracia.
—¡Por supuesto!... Si sólo es por vos que cuido esos detalles. Este estudio es tu herencia... Vos sos el primer interesado en que no pierda prestigio.
Pedro actuaba como si su padre no existiera. Recién acababa de levantarse y lo único que quería era desayunar.
Había pasado una noche increíble y no tenía ganas de discutir... Además, sabía que era inútil.
Lanzani, en cambio, lo seguía de cuarto en cuarto.
No había nada peor que esas raras ocasiones en que su padre sentía culpa.
Al llegar a la cocina, sobre la mesa habían quedado los platos del postre.
—Parece que ayer tuviste acción —mencionó su padre, al verlos.
—No... Para nada.
—¿Y quién vino, entonces?
—Alguien de la facultad.
—¿Que sabía cocinar? —insistió, mientras levantaba una sartén de la pileta.
Pedro no le contestó.
—Cuidate de las mujeres que vienen a tu casa y te cocinan... Seguro que te quieren enganchar.
Pedro sonrió ante la lógica de su padre. Era evidente que no conocía a Mariana Esposito.
PERDON!!!! es que yo tampoco sabia que ayer no iba a tocar la compu!!!! jaja bueno pero lo compense!!! porq el capitulo es todo laliter
Ojala que hayan tenido una linda pascua!!
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4 comentarios:
Hermosooo caapp jajaja me muuero con el beso en la mejilla xD
la seguia antes en el foro y ahora la sigo aca ! me encanta , mori con la comida improvisada de lali ajajaja :) Un besito hasta el proximo .
me encanta tu nove quiero mas laliter
uuu tanta comida lo está volviendo loquito a Peter jeje
espero nuevo capi
besos
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