viernes, 2 de abril de 2010

"Deliciosamente vulnerable" cap 14

Fuera por lo que fuera que se había ofrecido a llevarla, enseguida quedó en claro que no lo había hecho para charlar. Al menos no en ese momento. Parecía muy amargado, sólo miraba el tránsito, y a diferencia de la otra vez en que habían viajado juntos, ninguna música sonaba en el interior del auto. Por todo eso, el camino hacia Belgrano se hizo largo y silencioso.

Cuando llegaron a la pensión, él estacionó en la puerta, sin apagar el motor. Ella le dio brevemente las gracias por haberla llevado, y se bajó.

Llovía como si nunca fuera a parar. Mariana tenía las llaves en la mano y Pedro la observaba, atento a cada uno de sus movimientos, sin arrancar. Pero cuando la muchacha intentó abrir la puerta de la pensión, la llave, simplemente, no encajó. Probó varias veces más...

—Pasa algo? —gritó él, desde el auto.

—No sé... No abre... —le respondió la muchacha, mientras tocaba el timbre con insistencia.

Pedro apagó el motor y se bajó del auto, sin molestarse en buscar refugio para la lluvia.

Mariana comenzó a desesperarse: ¿qué ocurría, que nadie contestaba?

Él tomó las llaves de su mano y volvió a intentar, sin éxito.

—No es la llave —sentenció—. ¿Tenés otra?

—¡No, no tengo más que ésta!

Mariana comenzó a golpear la puerta, mientras la lluvia los empapaba a ambos.

—Vamos —ordenó Pedro, al fin, señalando el auto.

—No. Está bien... Andá vos... Ya hiciste suficiente... Yo puedo esperar en el barcito de acá a la vuelta hasta que llegue alguien.

Él, por toda respuesta, se limitó a observarla con furia, como si hubiera dicho algo realmente estúpido.

—Vamos —repitió con autoridad.

Y sin esperar respuesta, la tomó del brazo y la arrastro hacia el auto.


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En la comisaría todo era caos y confusión. Más de diez personas como testigos y, lo que era peor, ¡todas ellas mujeres!

—A ver, señorita, ya le dije que la declaración la tomo de a una —insistió el cabo por centésima vez.

—¡Pero yo tengo que irme! —gritaron las pensionistas al unísono.

Todas estaban apuradas.

—Pues van a tener que esperar.... Y si no, las pongo presas a todas y hasta mañana no salen —amenazó el policía, convencido de que si alguna de aquellas mujeres pasaba allí la noche, el que se metía en una celda de aislamiento era él.

—Como iba diciendo... —repitió Constanza en voz muy baja, para exasperar a las demás— cuando escuché los gritos de un hombre en el patio, supe que algo pasaba. Como mi cuarto es el del fondo, me encerré y di aviso por mi celular.

—Así que usted no habló con el ladrón en ningún momento...

—Como hablar, hablé... El muy boludo estaba empeñado en amenazarme con que, si no abría la puerta, mataba a Normita... ¡Como si a mí me importara Normita! Mire si con el cuarto lleno de joyas le voy a abrir para preservar la vida de esa gorda infame... Además, seguro que si le disparaba, la bala se atascaba en medio de toda la grasa que tiene ese monstruo.

El cabo había dejado de escribir, y ahora la miraba absorto.

¿Lo diría de verdad, o lo estaría cargando?


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Pedro abrió la puerta de su departamento y encendió la luz. Mariana había quedado unos pasos atrás y no parecía dispuesta a entrar.

—¿Qué? ¿Te vas a quedar ahí? —le preguntó con enojo—. Podés pasar tranquila... Hoy no estoy de humor para violarte.

La muchacha se sintió un poco avergonzada por su desconfianza y buscó una excusa.

—Estoy empapada. Te voy a mojar la alfombra... —contestó, todavía del otro lado de la puerta.

—Pasá —ordenó él, mientras la tomaba del brazo con fuerza para que entrara.

Una vez en el living, Pedro fue directamente a su cuarto, sin dirigirle la palabra.

Ella se quedó allí, parada en medio de aquel espacio minimalista, por donde era evidente que había pasado la mano de un decorador profesional, y adonde tenía la clara sensación de no pertenecer. Y no sólo por estar empapada, despeinada y desarreglada en medio de aquel ordenado desorden, sino por ser ella, tal como era.

Se sentía ridícula e incómoda.

En pocos minutos apareció Pedro, sin camisa y descalzo.

Sin que pudiera evitarlo, por un instante, la mirada de ella se perdió en aquel cuerpo musculoso. Luego agachó la cabeza.

—Tomá —dijo él, disfrutando de su turbación—. Esta ropa te va a quedar grande, pero es lo único que tengo...Ahí está el baño. Cambiate.

Un breve contacto con aquel torso desnudo y todavía mojado, bastó para que un escalofrío recorriera el cuerpo de Mariana. Se sintió más avergonzada aún, como si él pudiera adivinar lo que le ocurría en su interior.

Odiaba cuando su cuerpo la traicionaba de esa forma, recordándole que, a pesar de todo, también era una mujer.


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—¿Nombre? —preguntó el cabo, mientras tomaba un sorbo de café, para aclarar un poco sus ideas. Esta era la última, y todavía no sabía qué había pasado.

—Agustina Roca. Este es mi documento. Soy otra de las pensionistas. Como las demás, yo también estaba en mi cuarto cuando escuché los gritos en el patio. Salí y dejé que el ladrón entrara con Normita, a la que usaba como escudo. Sacó cien pesos del cajón de mi compañera, que en ese momento no estaba en la casa, y doscientos del mío... Después quiso entrar al cuarto de Constanza Ríos, pero ella estaba encerrada adentro, y se negó a abrirle. El tipo amenazó con matar a Normita, y todos pensamos que iba a hacerlo, porque le apuntó a la cabeza. Y justo ahí se escuchó el ruido de la sirena del patrullero... Entonces quiso, no sé, algo así como ir a la entrada, supongo, pero...Parece que en ese momento empujó a Normita, y ella perdió el paso o algo... La cuestión es que lo pisó. ¡El tipo se retorció del dolor!... Y Normita, que no entendía qué pasaba, se dio vuelta y, sin querer, lo golpeó con el cuerpo de tal forma, que al tipo se le cayó el arma.... Todas nos quedamos petrificados, incluso el ladrón, que cuando reaccionó quiso alcanzar el revólver otra vez. Entonces no sé qué le agarró a Normita, que lo empujó, con tal fuerza, que el fulano pegó la cabeza contra un macetero, y quedó inconciente. Ahí fue cuando entró la policía.

El cabo miró el reloj. Hacía cinco horas que estaba tomando declaraciones y recién ahora comprendía lo que había ocurrido.

Observó la inmensa forma de esa a la que llamaban Normita, y sonrió. Vió la escuálida figura del pobre“chorro” todavía atontado, y no pudo evitar una sonora carcajada. Todos se le quedaron mirando, pero él, simplemente, no podía dejar de reír.


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Mariana salió del baño. Llevaba uno jeans de Pedro que, para su horror, no le resultaban tan grandes: su cadera servía de freno a la cintura, aunque, por supuesto, había tenido que doblar varias veces la botamanga. Además tenía una camisa de tela fina, esa sí, gracias a Dios, inmensa.

La música sonaba.

Pedro la observó sentarse en el sillón más alejado al suyo, sin decirle palabra. ¡Era increíble esa mujer! Hasta esa ropa le quedaba más sexy que la que llevaba habitualmente a la facultad. Sonrió. Esposito era una cabezadura: no se había sacado la ropa interior. Era evidente porque todavía estaba mojada y se traslucía a través de la ropa seca. ¿Tendría miedo que se la comiera?

Siguió mirándola, a pesar de que podía sentir la incomodidad de ella... Contempló sus ojos siempre tan negros, su cabello mojado, sus pezones firmes marcándose a través dela fina tela de la camisa, y sus pechos duros, deliciosamente grandes, su vientre chato...

¡Increíble! ¡Se estaba excitando con Esposito!

—Está muy bueno tu departamento —comentó ella, para charlar de algo, cualquier cosa que le quitara la presión de ese silencio—. ¿Te salió muy caro?

—Lo compró mi viejo, hace como diez años.

—¿Y pagás mucho de expensas?

—¿Qué? ¿También trabajás en una inmobiliaria? —replicó él, de mal modo.

—No. Es que estoy a punto de comprarme uno, y estoy mirando por esta zona, porque aunque es más cara, tengo la garantía de que si me fundo puedo alquilarlo rápido.

—No entiendo: ¿lo querés para vivir o para inversión?

— Para vivir, pero si pierdo el laburo o me pasa algo...

—Veo que no considerás como una opción el volver a tu pueblo con tus padres.

—Mis padres murieron cuando yo tenía cinco años. Me crié en Mendoza, en un Convento.

—¿Un Convento? —repitió Pedro, entre la sorpresa y la diversión—. ¡Ah! Ahora entiendo quién te enseñó a arreglarte.

—Muy gracioso —contestó Mariana, que ya estaba acostumbrada a las reacciones de la gente cuando mencionaba esa parte de su pasado.

—¿Y la plata para comprar un departamento la hiciste trabajando? Debés ganar muy bien.

—Nada de eso ¡gano una miseria!. Pero como mi padre había ejercido varios años como médico en España, pude cobrar hasta los veintiún años una pensión que me permitió sobrevivir y, según la política monetaria del momento, incluso ahorrar. Y por el resto... Trato de gastar lo menos posible.

—Bueno, me queda claro que en ropa o en cosméticos no se te va el dinero.

—¡Que obsesión que tenés con eso!

—Pero ¿qué más? ¿Qué hacés? ¿No tomás taxis, no comés afuera...?

—¿Taxi? Jamás subí a un taxi que tuviera que pagar yo... No tenés ni idea de lo que es ser pobre ¡Taxi!... No tomo colectivo. Si el trayecto es de menos de quince cuadras, camino.

—¿Colectivo? ¿Me estás cargando? ¿Qué te ahorrás con eso? ¿Para tanta miseria es la cosa?

—¡Eh! ¡Planeta Tierra! ¡Argentina! Los pobres también existen, por si no te enteraste.

—Bueno, pero... Ya que sos tan pobre como para invertir en un departamento en Recoleta, bien podrías comprarte también algo para vos.

—¡Y dale!... Mirá, te voy a dejar tranquilo... El veintidós de julio cambio todo mi look ¿contento?: ropa, peluquería, lo que haga falta.

—¿El veintidós de julio? ¿Me estás cargando?

—No. El veintidós de julio.

—¿Porqué? ¿Que pasa ese día? ¿Es tu cumpleaños o algo así?

—No. El diecinueve tenemos el último parcial y el veintidós son las vacaciones en la facultad. Ahí empiezo a buscar en forma oficial un buen trabajo. Y aunque estoy totalmente en contra del concepto, lo cierto es que en las entrevistas es fundamental la apariencia. Así que en realidad no voy a hacer un gasto, sino una inversión.

La miró con incredulidad.

5 comentarios:

Ainhoa dijo...

jajaja que distintos son Peter y Lali . que pasa que Peter tiene mal humor y la necesita a Lali para que se lo quite? jeje ; creo que Peter estará desesperado esperando que llegue el dia ese que Lali cambie de forma de vestir aunque así ya le mueva todo jeje
esperaba que Cony hubiera cambiado pero al hablar asi de Normita parece que sigue siendo la misma de siempre , bueno ya cambiará jeje
besos, te espero mañana

Marian Tosh!~ dijo...

epaa!

casii todoo laliter el cap

y esoo me encantoo!!

:)

xq en verdad desesperoo por escenasss de ellos doss!

y al igual q Ainhoa pensaba q un pocoo mas sentimental se iva a poner cony, se ve q se necesitaa un ejercito para hacer entrar en razon a esaa chicuelaa!

besitoss MIkitaa!

buen findee!

acaa lluevee a morir, si psoteeas otro cap seriaa mas feliz!

hastaa me salioo versoooo

Mikita dijo...

jajaja q bueno q les gusto!!!
y bueno chicas... cony es asi, al parecer no cambia con nada.

aca tambien llueve!!! y encima cuando estan los dias lluviosos o con humedad mi gatito se pone mimoso y no se separa de al lado mio

Marian Tosh!~ dijo...

masss tiernooo el mishi!

dalee un capitulitoo paraa nosotrass! :)

aunquee seaa cortitoo!!

plischuss!

jajajaja

besosssssss

Aniita dijo...

Nunca te habia comentado pero leo siempre
la verdad que la relacion lali - peter me da mucha risaa es como demasiado inocenciaa y el no sabe q buscar para entender que le gustaa
espero mas ovbio