martes, 6 de abril de 2010

"Deliciosamente vulnerable" cap 17

¡Estoy enamorada! —anunció Lucía con convicción, y Mariana no pudo menos que sorprenderse.

Estaban en el banco, esperando que la gente de contaduría las atendiera. Debían discutir unas comisiones mal cobradas, y como el jefe de Lucía consideraba que a la muchacha le faltaba garra para hacerlo, había enviado también a Mariana. Pero ambas mujeres apenas se conocían... ¿A qué venía semejante confesión, entonces?¡Y justo aquel día!... ¿Por qué hablar de amor en medio del trabajo?

¿Por qué hablar de amor?

Lucía observó a Mariana esperando una respuesta, pero no pudo evitar decepcionarse, así que insistió.

—Estoy enamorada de Diego Torres.

—¿El cantante, o el de la oficina?

—El de la oficina —contestó, atenta a algún tipo de reacción por parte de Mariana. Pero la reacción no se produjo.

—¿Qué opinás de él? —insistió la muchacha.

—¿De Diego?... ¡Un gran tipo! Es muy inteligente, viene de una buena familia... y está bastante fuerte, si voy a ser sincera... Es un poco inseguro en la profesión, pero con algo más de experiencia...

—Entonces para vos es alguien “casi” perfecto.

—Claro... Me animaría a decir que sin el “casi”.

—Y, entonces ¿por qué no te enamoraste de él?... A mí me parece que él está muerto con vos.

Mariana se quedó helada ¿a que venía eso ahora?

—Mirá..., él alguna vez me dijo algo, pero... Uno no manda en esas cosas —replicó con timidez.“Uno no manda en esas cosas”... Esperaba que eso no fuera cierto.

—¿Estás segura? Porque yo sí que estoy muy enamorada de él... Y no quiero tener problemas... Si no te interesa preferiría que no estuvieran juntos en la oficina... Creo que, dadas las circunstancias, no es mucho pedir —concluyó la otra.

Su tono había pasado de amable a imperativo ¿Tanta pasión le despertaba Torres?...

—¿Estudio Pinti y asociados?

—Si, somos nosotras —contestó Lucía con total naturalidad, recobrando el buen ánimo.

Mariana la miró sorprendida... ¿Sería ella también capaz de jugarse así por un hombre que amara?

¿Sería ella capaz de amar?


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—Lo lamento Flavia, es imposible... Acá no lo puedo hacer, ya te lo dije... Pero mirá que la salita de Lanús está muy buena...

—¡Muy buena! ¡No jodás! La fui a ver ayer. Le falta todo. ¡Si hasta la camilla tenía la sábana sucia!

—¿Y que querés, flaca? ¿Un cinco estrellas? ¿No sabés que el aborto es ilegal en la Argentina?... Vos querés que te atiendan en un hospital, y eso es imposible... Al menos los que yo conozco... ¡Pero no pasa nada! Un aborto es muy fácil... No tiene por qué haber complicaciones...

Flavia pudo sentir la sangre manando entre sus piernas y manchando el piso sucio de aquel lugar al que la había llevado “la mami”, tantos años atrás. También entonces le habían dicho que no pasaba nada...

—Y si no, pedile a Pérez Prado que te pague un viaje a una clínica de Estados Unidos... ¿El bebé es de él, no?

Flavia la observó sin contestar.

—¡Lástima! Te metiste con el tipo equivocado... Pérez Prado es una buena persona, y siempre le fue muy fiel a Clarita. Por eso lo de ustedes fue el comentario de todo e hospital... Mirá que hace años que trabajo acá y nunca...Bueno, él tiene guita suficiente como para financiarte. Si querés yo puedo hablarle y...

Los ojos de Flavia despidieron chispas.

—No se te ocurra jamás mencionarle lo que te dije... Si me entero que hablaste con él soy capaz de matarte... ¡Y no estoy jodiendo!

La doctora Gómez supo por su tono que ella decía la verdad: Flavia era una mujer desesperada.


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Mariana llevaba más de quince minutos sentada y quieta, mirando con total concentración los giros que daba la ropa de Pedro en la lavadora.

Vueltas y vueltas... Así estaba su cabeza... Vueltas y más vueltas...

Tenía que decirse esto, aunque le doliera el orgullo. Tenía que reconocerse a si misma que...Bueno, que Lanzani le gustaba...Demasiado...Se sintió liberada de sólo pensarlo. Y ahora que lo había sacado afuera, podía analizarlo fríamente, (¿fríamente?)Por un lado estaba Pit y...Otra vez se perdió en su pecho musculoso y desnudo. Por un lado estaba Lanzani. Sí, era cierto, un tipo increíble... Pero no era ella la única en notarlo. ¿Acaso no había tenido un efecto perturbador en la misma Cony, que ya había salido con muchos tipos increíbles?... ¿Y en la facultad? ¿Con cuántas mujeres lo había visto durante los últimos años? Le dolía el estómago de sólo pensarlo... No era la única, aunque sí, quizás, la última que le faltaba para completar sus conquistas, antes de recibirse...

¿Por qué tenía que gustarle justo este Pedro? ¿Por qué no se enamoraba del de la oficina? Buen chico, buena familia, lindo... ¡El tipo perfecto!... ¡Pero no! Lanzani era el que aparecía en sus sueños...

¿Y por qué Pedro insistía en buscarla? Era evidente que no era por su apariencia... Y justo lo que él le había criticado con tanta dureza, (ser aburrida y controladora),eran sus mejores logros, (ser estable y equilibrada)... ¿Qué le gustaba, entonces, a él de ella?

Por un momento pudo sentirse otra vez recorrida por su mirada, como la noche anterior, cuando había estado parada junto al teléfono. Volvió a estremecerse ahora como lo había hecho en cada oportunidad que él la había rozado“por accidente” mientras cocinaba...Mal que le pesara, sabía con exactitud qué era lo que él estaba buscando al actuar de esa manera: ¡lo mismo que todos!

La única diferencia, pero que no se atrevió a confesarse, era que esta vez, era ella la que deseaba ardientemente que lo encontrara.


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—¿Qué te pareció Loly?

Constanza se moría por conocer la opinión de su padre. Estaba algo celosa y bastante arrepentida de haber roto su costumbre de no presentarle amigas al viejo. Sabía que él era un gran mujeriego, y sospechaba que esa, y no otra, había sido la única razón para que los abandonara su madre... Pero esta vez no era la actitud de Eleuterio lo que la inquietaba, sino el que Loly se hubiera pasado toda la noche alabándolo. Eso, en verdad, la había indignado.

—Tu amiga es... —dudó Eleuterio—. ¿Qué edad tiene? Parece muy joven.

—Sí, es muy joven... Creo que dieciocho.

—¿Es medio puta, no?

—Puta y media —contestó Cony con rencor—. Le gustan todos.

Su padre la miró algo contrariado. Estaba cansado de no equivocarse con las mujeres. En realidad, simplemente estaba cansado.

—¿Te sentís bien? —preguntó Cony, sorprendida de verlo sin fuerzas.Ese no parecía su padre, siempre tan enérgico... ¿qué le estaba pasando?

Eleuterio sintió algo de vergüenza ante su hija. Usualmente ella apenas lo miraba, (¡si incluso cuando se había dejado hacer la permanente por aquella mujer, Constanza no lo había notado!) ¿Por qué le hacía entonces esa pregunta justo ahora, en que arreciaba aquel extraño ardor entre las piernas, que había estado atormentándolo durante los últimos meses? ¿Era tan evidente su malestar?

—¡No!... ¡Estoy perfecto! —se apuró a mentir— ¡Soy el mismo de siempre!


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La máquina ya había parado y Mariana seguía con la mirada fija en el tambor del lavarropas. La dueña del negocio estaba tan asombrada por su actitud, que hasta había llegado a fantasear con la idea de que hubiera algo raro adentro del aparato: cartas, fotos, o algo así. Después de todo, ya nada la sorprendía. Peores locos le habían tocado, como el tipo aquel que había echado su novela adentro de la secadora, frustrado porque no conseguía editor. ¡Un mes había estado sacando el papel de la máquina! Por fortuna esta chica parecía una loca tranquila.

—Disculpame... —se animó a decirle al fin, cansada de tanto esperar—. Se acabó el ciclo.

—¿Cómo? —preguntó Mariana, sorprendida.

—Que ya se acabó el ciclo.

La muchacha primero la observó confundida, y luego sonrió.

—Sabés que tenés razón... —replicó convencida, sin mirar en absoluto el lavarropas— ¡Claro! Es eso... ¡Este ciclo se terminó!

2 comentarios:

Marian Tosh!~ dijo...

estaa chicaa esta completamentee locaa!

jajaja

comoo me divertii con estee cap!

esperoo muchoo muchoo mass!

besossss

Ainhoa dijo...

me dejó intrigada el final jaja espero un cambio en Marianita ...
besos