—Dr. Lanzani, llegó su remis —informó Otilia, asomándose por la puerta de su oficina.
El viejo contador se apuró a terminar. Aquella noche iba a dejar el auto en la cochera del estudio. No tenía ganas de manejar hasta Martínez, a la casa de su ex. Sin embargo, necesitaba verla. A pesar de que ya llevaban once años divorciados, cuando necesitaba hablar, siempre se reunía con ella. No porque aquella arpía supiera escuchar, o él valorara sus opiniones, sino porque era un firme convencido de que “la ropa sucia siempre se lava encasa”...
—No sé que está pasando —comenzó a decir ni bien su ex-esposa le alcanzó un whisky—. Todavía no termino de digerir que tu hijo haya renunciado. ¿Quién le habrá llenado la cabeza?... Además es increíble como todos se empantanan en Auditoría sin él... Parece que lo extrañan...No será por lo que hacía: ¡llegaba a cualquier hora!
—¿Pero no pusiste a Banchito en su lugar?
—Sí, pero... Este Esteban es como el padre. Para que Franchinotti rinda hay que estarle siempre encima. Padre e hijo son iguales, no tienen iniciativa.... Además no sé en que anda también ese... El otro día vino con la cara destruida, y no me quiso contar.... ¡No hay nada quehacer!... ¡Me he rodeado de estúpidos! No sé adónde va a ir a parar el estudio con esta gente.
—Siempre decís lo mismo... Y después cerrás algún negocio, y empezás de nuevo con eso de que “un Lanzani nunca pierde”
—Sí, puede ser... Pero esto de la renuncia de Pedro no se lo voy a perdonar. Ya va a venir a pedirme que lo contrate, de rodillas... ¡Cómo quisiera saber quién le llenó la cabeza! Seguro que fue una pollera.
—Entonces no te preocupes... El chico salió a vos:¡nunca le dura demasiado el entusiasmo por una mujer!
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El profesor continuaba machacando sobre el tema de las retenciones en el Impuesto a las Ganancias. Todos miraban el reloj, rogando porque un milagro acelerara el tiempo y les permitiera volver a casa. El frío del invierno se colaba por las hendijas de las ventanas del aula, y nadie se atrevía a sacarse el abrigo, lo cual acentuaba aún más la ilusión dela inminencia de la partida.
Durante el receso, Mariana había aprovechado para alejarse, (¡otra vez!) Había ocupado el asiento de uno que se había cansado de esperar. Pedro la miraba de lejos, (¡como siempre!) Ya lo había intentado todo con ella: ser seductor, indiferente, gracioso...Y lo único que había conseguido durante aquellos casi dos meses había sido un triste beso en la mejilla.... Con otra cualquiera se hubiera sentido un perdedor de no haberla llevado a la cama al segundo día. Pero Mariana era distinta... Y eso ya lo estaba aburriendo. Él no servía para amores platónicos y compromisos. Era hora de olvidarla.
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Mariana esperó en la parada del colectivo durante media hora. Estaba decidida a pedirle a Pedro que dejara de molestarla. Quería volver a la seguridad del anonimato. Quería concentrarse en recibirse, preparar todo por si Flavia insistía en que se quedara con el bebé. Había rechazado la propuesta de él, pero estaba convencida de que igual Pedro iba a pasar a buscarla. Asi que decidió esperar cinco minutos más. Pero no llegó.“¡Mejor!”, pensó con amargura, mientras se alejaba por la calle desierta.
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La mañana estaba soleada y hermosa. Loly despertó en medio de aquella cama inmensa, que era ahora su cama. Se levantó ensayando elegancia, (un lugar así lo merecía), y fue a sentarse frente al inmenso espejo del baño, (sentarse en el baño ¡Que locura!... En su casa el único lugar para sentarse en el baño era el inodoro)Se apoltronó en el cómodo silloncito, y comenzó a toquetear las cosas que había en la mesada de mármol.
Todo era hermoso y excitante. Hasta que levantó la vista y se contempló en el espejo: una mujer de melena corta y ensortijada la observaba del otro lado. Se asustó. ¡Su pelo!... ¡Había esperado tanto para que creciera!... Sintió otra vez ganas de llorar, como el día anterior en la peluquería, al ver caer al piso sus adorados mechones.
Trató de no pensar.
Su cabello era un pequeño precio para todo lo que había logrado. Apartó la vista del espejo, se levantó y abrió el agua para llenar el hidromasaje. No tenía tiempo para cursilerías... Su día tenía que empezar con estilo.
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—¿Y vos estás enamorado de alguien, ahora? —preguntó Nacho, que ya se había cansado de trabajar catorce horas sin parar.
Pedro alejó su silla del teclado de la computadora, y aprovechó para estirarse mientras contestaba.
—Hay una chica en la facultad. Buen culo, muy buenas tetas... Inteligente. ¡Demasiado inteligente! ¡Ya me tiene harto!
—¿Tenés algo en contra de un buen cuerpo, o te molesta que una mujer piense?
—Mirá, francamente, cuando acabo de pasar un rato en la cama, bastante aburrido por cierto, lo último que quiero hacer es hablar de laburo. Y la mina esta es una máquina ¡No hay forma de pararla! ¡Todo lo piensa, todo lo cuestiona! ¡Ni música puedo escuchar en silencio!... La otra noche se puso a filosofar sobre si Bob Dylan había influenciado en Guns and Roses... ¡¿Qué me importa?!...¡Son insufribles! Inteligentes o tontas, las mujeres son todas iguales: hablan hasta que te estalla el cerebro.
—Bueno, eso ya se sabe... Era una de las cosas de mi ex que más me daba por los huevos... Lo raro es que ahora que me separé, es, te diría, casi lo que más extraño.
Nacho calló por unos momentos, y se quedó pensativo. Luego, como quien regresa de un trance, volvió a animarse.
—Bueno, pero a un tipo de tu pinta y tu apellido no le deben faltar minas... Estoy seguro que podés levantarte a laque quieras.
—No —contestó Pedro, sonriendo en forma enigmática—. Te juro que no... A la que quiero, justamente, no.
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Mariana caminaba con desgano hacia el subte. Estaba cansada y últimamente no se sentía cómoda en ningún sitio. También había descuidado la facultad: en el último práctico de impuestos había cometido dos errores imperdonables.¡Tenía que ponerse a estudiar cuanto antes! Abajo, por lo túneles, la temperatura era un poco más agradable que afuera. Algunas personas corrían a su alrededor para pagar el boleto pero, en general, todo estaba bastante solitario y calmo.
Mariana sintió la bocanada de aire caliente que anunciaba la llegada del tren, e instintivamente retrocedió. Unas manos fuertes la contuvieron. Se dio vuelta para esbozar una disculpa y se encontró, cara a cara, con Pedro, que la observaba en silencio.
La gente se agolpó en la entrada de los vagones para poder subir, y el tren partió enseguida.
Pero ellos no se movieron, parados uno frente al otro, en un andén vacío. Entonces comenzó a llegar más gente, y el lugar volvió a poblarse. Un grupo de muchachos empujó sin querer a Mariana, y ésta volvió a la realidad.
—¿Qué hacés acá?
—Me dieron ganas de viajar en subte —respondió él con esa voz seductora que usaba para ganarse a las mujeres. Pero de inmediato calló.
Cuando volvió a hablarle, su tono había cambiado. Parecía algo nervioso y cansado, pero sincero.
—Vine a buscarte —le dijo.
Un escalofrío recorrió el cuerpo de ella, que se encendía con la sola presencia de Pedro.
El siguió hablando: —Estuve pensando mucho en lo que dijiste y tenés razón: no soy un hombre de compromisos. Me gustan las mujeres, y más si están metidas en mi cama. No podés culparme por haberlo intentado con vos, sos hermosa y...
Se trabó en medio de su discurso y probó otro camino.
—Yo te respeto... Sé que opinás distinto y, aunque no lo comparta, te respeto. Pero, por otro lado, la verdad es que tenemos una buena química, y es una lástima que no seamos amigos...
Mariana negó con la cabeza y él se apuró a terminar la frase.
— ... o al menos compañeros.
—No tengo nada en tu contra —dijo ella a modo de defensa, y comenzó a caminar de un lado a otro.
—Podemos estudiar juntos —concluyó Pit, es decir Pedro—.Me podrías explicar Impuestos.
—¿Para pedirme que te explique Impuestos viniste hasta acá?
—¿Para qué otra cosa, si no? —le respondió él, clavándole la mirada.
Mariana se sintió desnuda. Ese tipo la podía. Pedro siguió hablando, sin mucho sentido.
—No entiendo nada... Llego del trabajo agotado, y lo último que quiero es ponerme a estudiar... Vos podrías explicarme.
Mariana lo miró con incredulidad.
—También Ricardo puede explicarte. Es bastante bueno en...
—Nadie es tan bueno como vos —la interrumpió, y luego se quedó callado un momento, como dudando si decirle o no lo siguiente—. ¿Qué pasa? O es que tenés miedo de que si empezamos a vernos, al final...
—¡No! —replicó ella, con toda la seguridad que tenía de lo contrario—. Tengo miedo de que todos sigan hablando de mí. Estoy harta de ser el centro de atención. A vos te gusta pavonearte con todos, pero a mi me enferma. No soy así.
—Podemos ser discretos. No tiene que enterarse nadie. Además todos saben que estoy saliendo con Cristina, la pendeja de..., creo que está en segundo año, o algo así...
Mariana sintió que su estómago ardía, pero él continuó a pesar de su turbación.
—Lo nuestro no sería más que una cuestión de estudio y solidaridad. ¡Salvame! —le suplicó.
Una vez más la acarició con su mirada, mientras la retenía. ¿Acaso podría percibir su temblor?... Quizás. Quizás por eso, simplemente aseveró:
—Esta vez, estoy seguro, no podés decir que no....
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2 comentarios:
Holass!
epaaa!
no era q se habiaa cansadoo?
vueltaa al ruedoo!? jajaja
igual ella bien q lo esperabaaa q regreseee! jajaja
me encantaa!
besitosssssssssss
jajaj que lindoo el cap!!
me tiene ansiosa siempre esta novela! =)
ya stoy sperando el proximo.. xD
Un besoo mikita! (K)
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