sábado, 1 de mayo de 2010

"Deliciosamente vulnerable" cap 42

Pedro estaba feliz. Totalmente recuperado. Por supuesto no tenía SIDA, (¡¿cómo había pensado que algo así pudiera pasarle a él?!), y su trabajo, enfocado ahora en el resto de América Latina, ya que su propio país se encontraba en ruinas, viento en popa.

Había muchos motivos para festejar, y aquella noche iba a hacerlo. Claro que no en la forma en que lo hubiera hecho antes: se había vuelto mucho más cauto ahora.

Limitaba sus encuentros sexuales a Ana Clara, dormía ocho horas todos los días, y trataba de alejarse del alcohol. Había aprendido a lidiar con su soledad, y la rutina que le imponía la vida de soltero. Estaba casi como antes de conocer a Mariana.

Casi...


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Constanza Ríos, la hija del que fuera dueño de la Cerámica Ríos, se bajó del colectivo de la línea sesenta.¡Un colectivo! Todavía la mareaba un poco subirse al transporte público pero, status aparte, también le resultaba bastante interesante. Las frenadas, los baches, las carreras, le recordaban las épocas en que iban por el mundo buscando emociones en las montañas rusas. La gente que subía a pedir, a su criterio verdaderos artistas callejeros, la entretenían tanto como los de la Piazza Spagna en Roma, o los que recorrían las calles de París. La pobreza le resultaba pintoresca. Era un mundonuevo que nunca antes se había tomado el trabajo de descubrir y que ahora, por fuerza, debía transitar.

La tarde estaba helada, pero hermosa. Comenzó a caminar entre el tumulto de la Avenida Cabildo y a mirar con bastante desprecio los negocios que la poblaban, llenos de, a su juicio, baratijas, pero que no podía comprar. Ya estaba cruzando la avenida, cuando se detuvo en seco. El bocinazo de un colectivo la sacó de su conmoción: había visto a Loly.

Loly con una panza inmensa.

Loly, embarazada de su padre...

Comenzó a seguirla sin que ella lo notara. Llegó a un edificio, a pocas cuadras de la pensión de Doña Estela que, evidentemente, era su nueva casa. Cony sintió que el odio se apoderaba de ella: aquella pelotuda no lo había resultado tanto. Estaba en mucha mejor condición que ella misma: tenía buena ropa, buen corte de pelo..., y el edificio donde vivía estaba bastante bien..., muy bien, comparado con la inmunda pensión a la que estaba confinada. Cony seguía inmovilizada frente a esa casa. Con todo y panza, aquella desgraciada había tenido éxito en eso en que ella misma había fallado: conseguir alguien que la mantuviera.


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Agustina miró a su alrededor. ¡Que asco!... Los que no eran contadores, eran esposas de contadores. Y si aquellos tipos le resultaban patéticos, siempre hablando de plata ajena y negocios que sólo los rozaban, sus esposas le daban lástima. Ninguna de ellas tenía otra profesión que no fuera la de docente o traductora pública. Ninguna era morocha o gorda. Todas tenían la lujosa apariencia de aquel que sólo busca tener una lujosa apariencia. Nada natural, todo adquirido.

Agustina estaba aferrada un poco más a su copa, cuando notó un ligero revuelo a su alrededor: Lanzani acababa de llegar.¡Desgraciado!... Iba a tener que hacer esfuerzos para no pararse y escupirle la cara... ¡Hijo de puta!... Cuando veía a su pobre amiga corriendo como desesperada, haciendo malabares para llegar a fin de mes... ¡Y todo por culpa de ese...!

—¡Hola! Vos sos Agustina, la novia de Ricardo, ¿no?...Agustina miró de reojo a aquel hombre que tanto aborrecía, y dio vuelta la cara sin contestarle.—¡Eh! —exclamó Pedro, enfurecido, que creía adivinarlos motivos de semejante reacción—. ¿No me vas a hablar?.... ¿Qué pasa? ¿Tu amiguita te estuvo contando su versión de los hechos? —terminó de decir, mientras se sentaba a su lado.

—Si alguna vez hubieras conocido un poco a “mi amiguita” sabrías que jamás cuenta nada —contestó, entrecerrando los ojos por la furia—. Los que la conocemos, sabemos interpretar sus silencios.... —le echó en cara.

—O descifrar sus mentiras... “Tu amiguita” se calla lo que le conviene.

—Lavate la boca antes de hablar de ella.

—¿Decime? ¿Vos estás loca? ¿Justo conmigo venís a defenderla?... ¿No te contó cómo me arruinó la vida?

—¡¿Qué ella te arruinó la vida a vos?! —casi gritó Agustina, que ya era incapaz de contener su furia—. ¡A vos! ¡Al gran Lanzani! ¡¿Por qué te quedaste caliente con ella, entonces?! ¿Porque fue la única mina que te dijo que no?... Sos un hijo de mil putas, ¿sabés? No te importó nada, ¿no?... Sólo tu calentura... Que ella esté en la calle te da lo mismo, ¿no?... Que ella...

Pero Pedro no la dejó terminar.

—¿Cómo que “en la calle”? —preguntó, consternado.

—En la calle, despedida. Como lo pidió el gran Lanzani... Un hijo de puta incapaz de darse cuenta...

Pero de lo que él ya no se daba cuenta era de los insultos ni del odio de la otra. Ofuscado, volvió a interrumpirla.

—¿Cómo que la despidieron? ¿Cuándo? ¿Por qué?

—¿Pero qué clase de grandísimo hijo de puta sos vos? ¡¿Cómo que “por qué”?! ¡Porque vos lo exigiste! Porque no te bancaste que ella te pusiera en tu lugar el día de la fiesta.

—¡Pero eso es ridículo!... Yo mismo hablé con el pelotudo ese de Pérez Rodríguez, o Pérez algo, y le dije que toda la culpa había sido mía... Que la absorción se hacía gracias al trabajo de Mariana... ¡Si hasta le mandé felicitaciones!

Por un instante Agustina se quedó confundida, pero de inmediato ató cabos.

—¡Que guacho de mierda! —exclamó sin mirar a Pedro—. ¡Ahora entiendo! Fue el cretino ese de Pérez López... El muy cerdo se la tenía jurada porque Mariana no lo dejaba tocarla... Por eso se había matado tanto con ese maldito laburo... ¡La de noches que se quedó sin dormir, con la ilusión de que si la cosa salía bien, asociaban al idiota, y se lo sacaba de encima para siempre!

—Ella me dijo que aquella noche era importante, pero yo creí... —comenzó a decir Pedro, avergonzado.

Pero no pudo acabar la frase. Tenía un nudo en la garganta. La sola idea de que Mariana hubiera sufrido por su culpa... El recordar como ese idiota baboso la miraba el día de la fiesta. Y él, como un pelotudo, con esa ofensa gratuita le había dado pie para...

—¿Y dónde está trabajando ahora? —pudo hilvanar al fin.

—En lo de Pinti..., por la mitad del sueldo que tenía antes.

—¡Pero eso es injusto! Es mejor contadora que todos los que estamos acá. No está para ese estudio de cuarta... Y, además, ¿de qué vive?

—¡Del aire! —lo interrumpió Agustina— ¡De la caza y de la pesca!

Pedro estaba desesperado, y tanto sus gestos como el tono de su voz lo delataban. Caminaba nervioso de un lado a otro, se arreglaba el pelo, frotaba sus manos.

—Tenemos que hacer algo... Yo puedo conseguirle trabajo en el estudio, conmigo.

—¿Con vos? —preguntó Agustina con ironía.

—En el de mi padre, entonces..., o en el de un amigo...¡Tengo muchos amigos que me deben favores!... O puedo ir a Farrell, y pegarle una trompada a ese pelotudo de mierda, y exigir que le devuelvan...

Agustina lo vio tan desesperado que no dudó de la sinceridad de sus palabras, y se conmovió.

—¡Pará, Pedro!... Pensá un poco lo que estás diciendo...Vos sabés cómo es Mariana... Es más, si se llega a enterar que te conté esto, me mata.... Vos decís que ella te lastimó mucho, y puede ser. Pero tené la plena seguridad de que no fue a propósito. Pero vos, en cambio, no tenés idea cómo la lastimaste a ella. Está hecha pelota, y no va a aceptar ninguna ayuda que venga de tu lado.

—No tiene que enterarse... Yo te puedo dar plata a vos, y...

—¡No!... No va a aceptar... ¡Es ridículo! Además, por ahora se está arreglando... Alquiló el departamento y...

—¡¿Su departamento?! ¡ ¿Pero, cómo...?!

—No te olvides que tiene un hijo que mantener.

Ella pudo notar como la sola mención de ese hijo lo dañaba. Agustina se sentía mal por haber destruido con sus palabras a aquel hombre que había llegado allí como un ganador. Quizás no era tan mal tipo, después de todo...

Quizás de verdad lo sentía...

Quizás...


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Durante catorce horas al día Mariana era muy infeliz, pero bastaba llegar a casa y levantar en brazos a su bebé para que todo su mundo cobrara sentido. Se perdía en la dulzura de su piel, sus sonrisas, su calor. No tenía más gozo que cuando los domingos lo llevaba a Misa, y las mujeres se arremolinaban junto a él. Estaba orgullosa de su pelo ensortijado, su piel oscura, sus grandes ojos. Cierto que no se le parecía en nada, pero eso no lo hacía amarlo menos. Era su hijo.

Pero hay días y días para una mujer...

Y algunos días, sólo algunos, también necesitaba un hombre.


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La música sonaba mientras Pedro permanecía sentado en el sillón, con la vista fija en el vacío. No podía pensar...Sólo sentía dolor.

Ana Clara asomó, ya completamente vestida, por la puerta del dormitorio, y se sentó a su lado. Pero él no lo notó.

—La viste, ¿no?... La viste, o te hablaron de ella —reflexionó, despechada.

Pedro tardó en reaccionar y luego la miró, sin verla.

—¿A quién?

—A la chica de los ojos negros... Siempre que te ponés para la mierda es que estuvo cerca.

Ahora sí la miró. Tenía razón...

—Es que estoy amargado... Ella se portó como el culo conmigo, y ahora, por una pelotudez, parece como que el hijo de puta fuera yo... Y no me gusta que la gente crea que soy un hijo de puta.

—No te gusta que ella lo crea... —lo corrigió con convicción.

Volvió a mirarlo... Estaba perdido otra vez, y Ana Clara no tenía ganas de ser además su confidente.

Por fin la muchacha pudo decidirse, y habló.

—Pedro..., ¿alguna vez vas a casarte conmigo?

Aquel hombre ingenuo la miró sorprendido, y ella continuó hablando, con aparente calma.

—La otra tarde me encontré con Cony..., Constanza Ríos, ¿te acordás?

Pedro no tenía la más remota idea.

—La hija del dueño de Cerámica Ríos.

Ahora sí la recordaba.

—Bueno, la otra tarde la vi. Parece que quiere casarse y, claro, ahora ya no consigue a nadie. ¡Está hecha pelota! Tiene como veintisiete años... Ella dice que tiene veintitrés, pero yo estoy segura de que estaba un año adelante que yo en el colegio... Y lo cierto es que se le cayó todo el calendario encima. Y cuando una mujer envejece... Yo cumplí veintiséis anteayer.

—¡No me avisaste! —dijo él, a modo de excusa.

—Esperaba que después de diez años lo recordaras.

Pedro la miró a los ojos. ¿Estaba a punto de llorar? Nunca la había visto llorar, en su vida.

—Mirá Pedro, siempre pensé que, a pesar de que vos y yo estuviéramos con mucha gente, al final íbamos a terminar casados. Para eso somos novios, ¿no? Por eso cuando, como hoy, me llamás a última hora... Pero después llego, me hacés el amor a los apurones y te venís acá a pensar en la otra.

—Ana Clara, yo...

Ella no lo dejó terminar.

—¿Te vas a casar conmigo sí o no?

—No sé... No me apures... Quizás...

—Son diez años... No te voy a esperar otros diez años para que termines casándote con la de ojos negros.

—¡Eso te lo juro que no! —exclamó en forma terminante.

Por muchas cosas que Pedro sintiera por Mariana, le era sencillamente imposible hacerse cargo de un hijo ajeno...Y es que de verdad odiaba a ese bebé. Le recordaba que Mariana había estado en los brazos de otro, que algún tipo la había poseído... Y eso le hacía hervir la sangre.

No... Cuando Mariana había elegido quedarse con ese hijo en lugar de con él, había sellado para siempre la posibilidad de que algún día pudieran acabar juntos.

Volvió a mirar a Ana Clara. Estaba llorando...¿Que se suponía que tenía que hacer él?

—Mirá, Ana Clara... —comenzó a decir, sin tocarla—.Yo algún día me voy a casar... ¡Bah!, me imagino... Todo el mundo se casa. Pero no ahora, ni antes de un año. No creo que ni siquiera en otros diez años... Estoy acostumbrado a mi vida.

Ana Clara trató de recobrar la calma.

—Entonces no voy a esperarte. ¿Te acordás de Ignacio Orduna?

—¿El amigo de tu viejo?

—Sí... Acaba de divorciarse de la esposa, y me pidió que me casara con él.

—¿No es un poco grande para vos? —preguntó Pedro, casi con indiferencia.

Y esa indiferencia le llegó a ella al corazón. Supo entonces que lo había perdido para siempre. Si es que alguna vez lo había tenido.

—Mirá Pedro, tal y como están las cosas, es mejor que nunca vuelvas a llamarme. Te deseo lo mejor, ¡pero a mí no me rompas más las pelotas!

Se paró, tomó su cartera, y cuando ya estaba por irse, dijo unas últimas palabras.

—Esteban me contó muchas cosas sobre la mina de ojos negros... Creeme, no es para vos. Son muy distintos...Pensalo: desde que la conocés te hiciste mierda... Fuiste perdiéndolo todo. Y ahora incluso me perdés a mi... Una lástima ¿sabés?, porque yo también tengo ojos negros, pero los míos no los supiste ver.

Pedro la observó partir, sin verla en absoluto. Pero sus palabras resonaban en su memoria. Tenía razón, de una forma u otra Mariana había trastocado su vida y, justo ahora que comenzaba a ponerla de nuevo en orden...¡Tenía que olvidarse de esa mina para siempre!

Y esta vez lo iba a hacer... ¿Cómo?


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En la pensión todo era fiesta y algarabía: Daniela iba a casarse. Era la primera vez que una pensionista abandonaba la casa e iba directo al altar. Y no se casaba porque estuviera embarazada, como le gustaba aclarar a todos, dada la reciente ola de fertilidad entre sus compañeras, sino por razones económicas: finalmente había convencido a Chachi, su novio, que iban a ahorrar dinero si vivían juntos.

Así que la mamá de él, muy religiosa, y emocionada porque su hijo iba a abandonar ese “concubinato itinerante”que tanto la preocupaba, había decidido dar una lujosa fiesta a la que todas estaban invitadas.

Aquel día había sido una locura, pero ya llegada la noche, y a medida que las integrantes de la casa se veían vestidas y arregladas, los nervios daban paso a la alegría.

Sólo a Mariana la esperaban largas horas de trabajo con la única compañía de su bebé. No había podido participar en el regalo, y se hubiera sentido culpable de haber ocupado un lugar en la fiesta, así que había usado la excusa de su trabajo, por otro lado cierta, para no ser de la partida.

Además, aquel sábado Fernandito había estado muy irritable, llorando por todo y negándose a comer. De ser otra la altura del mes, y por lo tanto de su sueldo, lo hubiera llevado al pediatra. Pero con apenas un peso cincuenta en la cartera, no tenía ni siquiera para pagar un colectivo al hospital público. Y la tarde había estado demasiado helada y lluviosa como para llevarlo caminando.

A la medianoche, el pobre niño tenía más de dos horas gritando sin parar. Mariana había tratado infructuosamente de alimentarlo, lo había paseado, cambiado, cantado, mimado... Todo lo que sabía o podía hacer. Los libros de contabilidad en que se suponía debía trabajar permanecían abiertos sobre la mesa, intactos. Estaba totalmente desesperada...

Y entonces se dio cuenta: Fernando ardía. ¡Volaba de fiebre!

De inmediato quiso pedir ayuda, pero, como las desgracias nunca llegaban solas, el teléfono no funcionaba.

Estaba aislada. Tenía que llevarlo a alguna parte. Pero no tenía con que. Ni plata para comprar remedios, ni para el taxi, y mucho menos para el médico.

Mariana comenzó a llorar a la par de su niño.

En algún sitio de aquella pensión debía haber dinero,¿pero dónde? Todas eran muy cuidadosas en no dejarlo al medio... ¿Qué hacer, entonces?

La joven contempló en lo profundo de su alma, y supo que en aquel momento era capaz de todo: pedir en medio de la calle, robar, lo que fuera que le permitiera aliviar el dolor de su hijo.

Y entonces pensó en tocar los timbres vecinos: alguien tenía que darle algo. Dios no la podía abandonar así.


a ver.... si yo ayer dije que a partir del capitulo de hoy los capitulos iban a ser imperdibles, era porque a partir del capitulo de hoy lo capitulos iban a ser imperdibles!!!!!!!!!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

jooo cuando se va a dar cuenta peter de que ella no lo engaño y que lo ama??

y mariana con el bebe enfermo y sin un peso.. que va a hacer??

sabes que me estas haciendo sufrir mucho con estos capitulos imperdibles que estas subiendo? xD

esperoo masss!! =) Un besoo!

teff

Yo, mi, me, contigo. dijo...

peter se tiene que dar cuenta ya de lo tonto que esta siendo!!

pobre lali! espero que pueda salir de esta! aunque sea que llame a Lanzani o algo asi!! pero espero que no le pase nada a fernando!!

quiero que se arregle ya todo!!

Necesito mas capitulos, no me puedes dejar asi!

espero mas capitulos imperdibles pronto!! ;)

Un beso
Cuidate (:

Y gracias por subir la novela!

Marian Tosh!~ dijo...

tenia la esperanzaa q agus le dijiera q adopto ese bb! esoo cambiariaa tantoo las cosas!

al menos lanzani se sentiria como un idiotaaa! y faltaa q le hacee!

porr favorrª!


mñn doblee cap!?

porfiss!

besitosssssssssss