sábado, 1 de mayo de 2010

"Tormenta de pasiones" cap 2 por MarianTosh!~

-¿Mi reputación? -preguntó ella sin entender- ¿Qué quiere decir?
Con expresión de sentirse complacidísimo, el conde contestó:
-Si vive conmigo durante... digamos, tres meses, ayudaré a su pueblo en todo lo que pueda.
Ella sintió miedo. A pesar de sus atrevidas palabras, jamás le había pasado por la mente que él pudiera sentir interés por ella.
-¿Pese al aburrimiento que tendría que soportar quiere que me convierta en su amante? -le preguntó con defensivo sarcasmo.
-No, a no ser que lo haga de buena gana, lo cual no espero que ocurra; me parece demasiado rígida para permitirse gozar de los pecados de la carne. -Nuevamente sus ojos la recorrieron de arriba abajo con frío cálculo-. Aunque si cambiara de opinión yo estaría encantado de complacerla. Jamás he tenido en la cama a una virtuosa maestra de escuela metodista. ¿Me acercaría más al cielo acostarme con una?
-¡Es usted monstruoso!
-Gracias, eso intento. -Bebió otro sorbo de brandy-. Volviendo al tema que tenemos entre manos, aunque usted viviría aquí de una manera que haría creer que es mi amante, en realidad no tendría que acostarse conmigo.
-¿Qué sentido tendría esa farsa? -preguntó ella, aliviada pero perpleja.
-Quiero ver hasta dónde está dispuesta a llegar para obtener lo que desea. Si acepta mi proposición, podría beneficiarse su pueblo, pero jamás podrá volver a levantar la cabeza, porque habrá destruido su reputación. ¿Valdría la pena pagar ese precio por el éxito? ¿Le perdonarían sus prójimos su caída en desgracia aunque ellos se beneficiaran de ello? Interesante pregunta, pero yo de usted no me fiaría de su buena voluntad.
-Para usted sólo es un juego sin sentido, ¿verdad? -dijo ella con los labios apretados, comprendiendo por fin.
-Los juegos siempre tienen sentido. Lógicamente requieren reglas. ¿Cuáles deberían ser las reglas en éste? -Frunció el ceño-. Veamos... la cláusula principal sería mi ayuda a cambio de su presencia bajo mi techo y aparentemente en mi cama. Conseguir seducirla sería una apuesta secundaria, un beneficio que disfrutaríamos los dos. Para darme una caballerosa oportunidad de seducirla, yo tendría permiso para besarla una vez al día, en el lugar y momento de mi elección. Cualquier juego amoroso que sobrepase eso sería por consentimiento mutuo. Sin embargo, después de ese beso usted tendría el derecho a decir no y yo no podría volver a tocarla hasta el día siguiente. Pasados los tres meses usted volvería a su casa y yo continuaría ayudando mientras sea necesario. -Arrugó nuevamente el ceño-. Si me dejo arrastrar por sus proyectos podría ser que no me liberara del valle por el resto de mi vida. En todo caso, es justo que yo arriesgue algo importante, puesto que usted va a perder tanto si acepta mi proposición.
-¡Esa idea es absurda!
-Por el contrario -dijo él, mirándola con inocencia angelical-, sería muy divertido, casi lamento que usted no lo acepte. Pero el precio es demasiado elevado, ¿verdad? Podría sacrificar su virginidad y nadie se enteraría, pero la reputación es un bien muy frágil, público, que se pierde fácilmente y es imposible recuperar. -Con la mano libre hizo un elegante gesto de despedida-. Ahora que hemos establecido los límites de su deseo de martirio, una vez más le pido que se marche. Supongo que no volverá a molestarme.
Tenía en la cara la perversa expresión de satisfacción de un gitano chamarilero que acaba de vender un caballo viejo y enfermo por cinco veces su valor. Verle esa expreión la sacó de quicio, haciéndola perder el control.
-Muy bien, milord -dijo, demasiado furiosa para preocuparse por las consecuencias-, acepto su proposición. Mi reputación a cambio de su ayuda.
Durante un instante el conde se quedó pasmado. Después se enderezó en el asiento.
-¡No puede decirlo en serio! Incurriría en el desprecio de sus amigos y vecinos, posiblemente se vería obligada a abandonar Penreith, y ciertamente perdería su puesto de maestra. ¿Vale la pena sacrificar la vida que ha conocido hasta ahora sólo por el pasajero placer de desconcertarme?
-El motivo de acceder a su proposición es ayudar a mis amigos, aunque no voy a negar que me agrada asaetear su arrogancia -contestó ella fríamente-. Además, creo que se equivoca, una reputación que se ha estado formando durante veintiséis años podría ser menos frágil de lo que supone. Les diré a mis amigos exactamente lo que voy a hacer y por qué, y espero que confíen en que me comportaré como debo. Si he colocado mal mi fe y este juego suyo me cuesta la vida que he conocido hasta ahora... -titubeó, se encogió de hombros y apretó los labios-. Pues, sea.
-¿Qué diría su padre? -preguntó él, indeciso. El poder había pasado a manos de Mariana y era una sensación embriagadora.
-Lo que decía siempre. Que el deber de un cristiano es servir a los demás aun en el caso de que el coste sea elevado, y que el comportamiento es un asunto entre uno mismo y Dios.
-Le pesará -dijo él con tono convincente.
-Tal vez, pero si no lo hago, me pesará más mi cobardía. ¿Acaso el gran deportista tiene miedo de jugar el juego que él mismo ha inventado? -preguntó con los ojos entornados.
Antes de que ella acabara de hablar él se había levantado del sofá para acercársele. Se detuvo a un metro de distancia, con sus ojos verdes centelleantes.
-Muy bien, señorita Esposito, o mejor dicho, muy bien. Mariana, supongo que debo tutearte, ya que casi eres mi amante. Tendrás lo que deseas. Dedica el resto del día a arreglar tus asuntos en el pueblo. Te espero aquí mañana por la mañana. -Volvió a recorrerla con la mirada, esta vez con expresión crítica-. No te molestes en traer mucha ropa. Te llevaré a Londres, allí podrás aprovisionarte bien.
-¿A Londres? Su obligación está aquí. -Aunque le pareció una espantosa impertinencia se obligó a añadir-: Tu obligación, Juan Pedro.
-No te preocupes -se apresuró a decir él-. Cumpliré mi parte del trato.
-¿Pero no quieres saber qué es necesario hacer?
-Mañana habrá tiempo para eso.
Nuevamente relajado, avanzó otro perezoso paso que los dejó tan cerca que casi se tocaban.
A Mariana se le aceleró el corazón, pensando si no querría cobrar ya su primer beso. Su avasalladora proximidad se abrió paso por la ira que la había sostenido hasta ese momento.
-Ahora me marcho -dijo inquieta-. Tengo mucho que hacer.
-Todavía no. -Le dirigió una peligrosa sonrisa-. Nos veremos bastante durante los tres próximos meses. ¿No es hora de comenzar a conocernos más?
Empezó a levantar las manos y ella dio un respingo. Él se detuvo y le dijo dulcemente:
-Tal vez tu reputación pueda sobrevivir tres meses bajo mi techo, ¿pero serás capaz de resistirlo? Ella se mojó los labios secos y se ruborizó.
-Soy capaz de resistir lo que haya que resistir –dijo tratando de parecer segura.
-Seguro que eres capaz -concedió él-. Mi objetivo será enseñarte a disfrutarlo.
Para su sorpresa, él no trató de besarla, sino que levantó las manos hasta su cabeza y comenzó a quitarle las horquillas del pelo. Tuvo la angustiosa sensación de notar su intensa y desconcertante masculinidad, la destreza de sus dedos y el triángulo de piel bronceada que se veía en la abertura de su camisa. Envuelto en el olor del brandy él tenía un aroma que la hizo pensar en bosques de pino y en el viento fresco y tormentoso del mar.
Con el pulso acelerado se quedó muy quieta cuando de pronto sus cabellos cayeron libres en un torrente hasta más abajo de la cintura. Él levantó un mechón y lo dejó deslizarse por sus dedos, como vilanos.
-¿No te lo han cortado nunca? -Cuando ella negó con la cabeza, él musitó-: Es precioso; chocolate oscuro con un matiz rojizo de canela. ¿Es así el resto de tí, Mariana, remilgadamente controlado pero con un fuego escondido?
-Te veré mañana, milord -se apresuró a decir ella. Trató de apartarse pero él la cogió por la muñeca.
Antes que la atenazara el terror, él le levantó la mano y le colocó las horquillas en la palma.
-Hasta mañana.
Colocándole la mano en la espalda, a la altura de la cintura, la guió hasta la puerta. Antes de abrirla, la miró a la cara y, cambiando de actitud, de guasona a seria, le dijo:
-Si decides no continuar con esto, no desmerecerás en mi opinión.
¿Le había leído la mente o simplemente conocía demasiado bien la naturaleza humana? Mariana abrió la puerta y salió degra la sala. Afortunadamente Willie no estaba cerca para verle los cabellos revueltos y la cara encendida. Si la veía así, seguramente pensaría que...
Retuvo el aliento. Si aceptaba el desafío del conde, viviría allí y Willie la vería todos los días. ¿Serían maliciosas o despectivas las miradas del mayordomo? ¿Le creería si se lo explicaba o la despreciaría considerándola una mentirosa y una ramera?
Sintiéndose a punto de desplomarse, pasó corriendo por una puerta abierta y entró en un polvoriento saloncito. Cerró la puerta y se dejó caer en un sillón cubierto por un lienzo, cubriéndose la cara con las manos. Casi no conocía a Willie y le preocupaba su opinión de ella. ¿Era eso una clara y horrible demostración de lo que experimentaría si perseveraba en su loco proyecto? ¿Cuánto peor sería cuando toda la gente de Penreith supiera que estaba viviendo con un notorio calavera?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

que perverso es este peter.. xD
haber como se toman los del pueblo el trato...

quiero el proximo capii! =)

Besos!
teff

Yo, mi, me, contigo. dijo...

vaya con peter!! aunque hay que decir que no creo que si fuera ella me pudiera resistir ;)

no se como consigue mariana estar medianamente tranquila!! (:

quiero ya otro cap!! me muero por saber que va a pasar cuando este viviendo con el!!

espero que sus amigos la crean! porque hace todo esto por ellos!! (aunque un poco de peter hay de por medio) :D

Espero que puedas subir otro cap pronto! me estoy muriendo de intriga con las dos novelas!!

Un beso!
Cuidate (:

Elena.