"Deliciosamente vulnerable" cap 48

—¡Mariana! ¡A mi oficina!

Mariana miró a su jefe como quién volvía de un sueño, tan ensimismada había estado en sus cavilaciones. Quizás había descuidado el trabajo la última semana, y era hora de hacerse cargo.

Tomó la carpeta en que supuestamente estaba ocupada y se dirigió al despacho de su superior. Pero al abrir la puerta se encontró de bruces con el Dr. Lanzani que la estaba esperando.

—¿Usted, otra vez? Le dije con claridad que no tenemos nada de que hablar.

—No vine a hablar con vos. Vine a entregarte esto.

Mariana observó que le alargaba una carpeta, parecida a las que se acumulan en los juzgados. Intrigada, la tomó, y comenzó a revisarla. Y a medida que daba vuelta las hojas sus mejillas comenzaron a perder color, y luego fueron sus piernas las que le fallaron, y tuvo que buscar una silla.

—¡Esto es mentira! ¡Es una infamia!

—No es precisamente lo que dice la madre... Es muy feo eso de robar chicos... Es un delito no excarcelable, ¿sabés?... Irías presa seguro... ¿Te imaginás vos en la cárcel? Dicen que las demás reclusas son muy cariñosas...Pero eso no sería lo peor: el chico pasaría de inmediato a la custodia de su verdadera madre. Y ella, no sé que problema tiene, pero no me pareció muy cuerda. Dice que si se lo dan, al día siguiente lo deja abandonado... Así que si insistís en rondarle a Pedro, vos vas a acabar en la cárcel, y el chico en un orfanato.

—¡¿Por qué se mete con mi hijo?!

—¡Porque vos te metiste con el mío!... Desde hoy van a tener vigilancia permanente, vos y él. Sus teléfonos van a estar “pinchados”. Si volvés a ponerte en contacto, o pisás su departamento, hago inmediatamente la denuncia, e inicio una causa judicial. Tengo un poder especial de la madre para eso.

—Pero todavía hay parte de mi trabajo en el departamento de Pedro, y...

—Bueno, podés ir una o dos veces más. Pero tratá de evitarlo. Van a estar vigilados, y yo no soy muy paciente...¡Ah! Y si te estás preguntando si yo sería capaz... Sí, soy muy capaz. Te enfrentaste a la persona equivocada, nenita. Antes de meterte conmigo tendrías que haber averiguado:“un Lanzani nunca pierde”, querida.


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Pedro esperó pacientemente durante toda una semana a que Mariana le diera una respuesta. A medida que los días transcurrían sus esperanzas iban creciendo. El que no se hubiera apurado a decirle que no significaba que, al menos esta vez, lo estaba considerando.

Aquel día era el último. Salió más temprano del estudio y fue hasta la estación de Belgrano R. Se sentó en el andén, esperando por los trenes que llegaban. Era una tarde helada, y el sol ya había caído.

Cuando casi eran las siete, y llevaba más de una hora sentado allí, le pareció ver la figura de Mariana entre la gente que abandonaba el lugar. Corrió para alcanzarla, pero ella parecía dispuesta a alejarse cada vez más. Incluso la llamó por su nombre, pero no reaccionó. Entonces se lanzó por detrás de un grupo de personas, y a la cuadra siguiente, se le enfrentó.

—¡Mariana!

La joven lo observó con pánico. Tenía la cara trastocada y todo el tiempo miraba a su alrededor, como si estuviera siendo vigilada.

—¡Mariana!... ¿No me escuchaste?

—¡No! No puedo hablarte. Tengo mucho que hacer —recitó sin detenerse en ningún momento—. Por favor, no me molestes.

—Me debés una respuesta.

—No quiero verte más, Pedro —dijo con determinación—. Entendelo.... No puedo verte más...—repitió, suavizándose—. ¡Por favor! Si de verdad te intereso, no te acerques ni me busques. ¡Olvidate de mí para siempre!

Sin darle tiempo a reaccionar aceleró el paso, hasta meterse en la pensión. Y sólo cuando cerró la puerta de su cuarto, alejada de la mirada decepcionada de el único hombre al que había amado en su vida, rompió a llorar como nunca lo había hecho antes:

A los gritos.


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Rodríguez Melgarejo vio llegar a Pedro como si fuera una sombra.

—¿Te dijo que no, entonces?

—¡Peor! No me dijo absolutamente nada. ¡Ni siquiera se paró a hablarme! Además..., estaba muy rara... Parecía estar buscando a alguien.

—O evitándolo.

—¿El padre de Fer? —preguntó Pedro, demudado.

Nunca pensaba en el padre de Fernando como alguien real.

—En algún lado debe estar... Hay que ver qué opinó él de tu propuesta.

Pedro calló. La sangre le hervía cada vez que pensaba que su mujer le pertenecía en realidad a alguien más. Que otro tenía derechos sobre ella y su hijo. Que un desconocido había tenido derecho sobre su cuerpo.

—Sabés... —dijo al fin, desesperanzado—. No voy a poder lidiar con esto. Creí que sí, pero... No estoy acostumbrado a compartir, y mucho menos a compartirla a ella... Me parece que me abro.

—Ya lo dijiste antes... Lo intentaste y fracasaste un montón de veces. Éste no es el mejor amor que podías encontrar, pero...

—Es el único, lo sé... Es el que me toca, la puta que lo parió. ¡Pero no me lo banco más! ¿Quiere que la olvide? Me voy a la mierda, entonces... A la mismísima mierda.

Pedro también lloro a lo gritos.


1- Capitulo corto, lo se, pero era para dejarlas con la intriga jaja
2- Quedan pocos capitulos, no se cuantos, creo que unos cinco.
3- Que no decaiga!!!!!!
4- Besitos!!!!!