Mientras él luchaba por sostenerla contra la fuerza del agua, ella apretó los brazos alrededor de él. Cuando la tuvo bien cogida, la giró contra la corriente hasta tenerla apoyada de espaldas contra la pared rocosa, protegiéndola con su cuerpo. Otro objeto le golpeó con fuerza las costillas, quitándole el poco aliento que le quedaba, pero esta vez no golpeó a Mariana.
Fueron transcurriendo los segundos y el agua no bajaba. Cuando los pulmones le quemaban de una manera insoportable, Juan Pedro pensó si su destino sería ahogarse allí, lejos del aire y el cielo. Apretó la cara contra los cabellos de Mariana, sintiendo moverse las sedosas guedejas contra la mejilla. ¡Qué desperdicio! ¡Qué maldito desperdicio de dos vidas! Había pensado que tendría más tiempo.
Se le oscureció la vista y Mariana comenzó a aflojar la presión de sus brazos. En ese momento la corriente comenzaba a calmarse. Presintiendo que podría estar bajando el nivel, levantó la cabeza y descubrió que pasaba una estrecha corriente de aire entre el agua y el techo.
Mientras inspiraba aire en sus desesperados pulmones, izó a Mariana para que pudiera respirar. Ella sacó la cabeza a la superficie y comenzó a toser, estremeciendo convulsivamente su cuerpo. En la amenazante oscuridad su cuerpo parecía muy frágil y él volvió a apretarla con el brazo.
Durante largos minutos estuvieron abrazados, disfrutando del lujo de poder respirar. El agua fue bajando lentamente hasta quedar a unos treinta centímetros del techo y allí se mantuvo.
-¿Tienes idea de qué demonios ha ocurrido? -preguntó él.
Ella volvió a toser y logró decir:
-La carga explosiva debe de haber abierto algún manantial oculto. Eso ocurre a veces pero la inundación nunca es tan terrible.
-Y la bomba está estropeada -dijo él con tono lúgubre-. Espero que la reparen pronto.
La fría corriente continuaba empujándolos y el único sostén que tenían era su brazo cogido al madero. Con el pie izquierdo exploró la pared y encontró un apoyo firme. Eso redujo el esfuerzo que tenía que hacer con el brazo. ¿Cuánto tiempo más estarían atrapados allí? El cansancio y el frío comenzarían a hacer su efecto.
-Si el agua comienza a subir nuevamente, tendremos que intentar salir nadando, pero correremos el peligro de perdernos en los cruces de galerías. Por el momento creo que será mejor que continuemos aquí y recemos para que baje más el agua.
-¿Rezar, tú? -dijo ella tratando de bromear-. Debe de haberme entrado agua en los oídos. Él rió.
-Mi amigo Michael fue soldado antes de decidir hacerse rico. Decía que no hay incrédulos en el campo de batalla.
Notó un tenue estremecimiento de risa en ella, pero pasó rápidamente. Cuando habló, lo hizo con voz tensa.
-¿Crees que Owen y Huw lograrían escapar de la inundación?
-Tendrían que estar a salvo -contestó él con la esperanza de no equivocarse en su optimismo-. Owen estaba a cierta distancia de nosotros y no creo que estuviera mucho más lejos de la puerta donde trabaja el niño. Podrían estar trepados a un puntal como nosotros, pero con suerte igual pudieron salir por la puerta y cerrarla. Eso habría disminuido el nivel del agua y les habría dado tiempo a subir a un nivel superior.
-Dios mío, eso espero -susurró ella-. Pero podría haber otros mineros atrapados por la inundación. Bodvill probablemente no se alejó tanto como nosotros después de poner la carga.
Mariana estaba temblando violentamente. Imaginando por qué, él le preguntó:
-¿Fue en esta parte donde murió tu padre?
-No. Eso ocurrió en el otro extremo de la mina. -Se quedó en silencio y finalmente explotó-: ¡Odio este lugar! ¡Dios mío, cuánto lo odio! Si yo pudiera cerrar esta mina mañana, lo haría. Han muerto tantos aquí. Tantos... -Se le quebró la voz y escondió la cara en el hombro de él.
-¿Perdiste a alguien especial aquí? -le susurró. Por unos momentos sólo se escuchó el movimiento de las aguas. Finalmente ella dijo con voz vacilante:
-Una vez... una vez tuve un novio. Los dos éramos muy jóvenes, yo tenía quince, Ivor era un año mayor. Pero yo le gustaba y él me gustaba a mí. Nos mirábamos. A veces hablábamos al salir de la capilla, tratando de decirnos lo que sentíamos, con palabras que nadie oyera. -Se estremeció y acabó con unas desoladas palabras-: Antes que las cosas pudieran ir más lejos, hubo una explosión de gas. Se quemó vivo.
Habiéndose criado en el valle, Juan Pedro había visto la pasión inocente de los jóvenes del pueblo cuando encontraban a la pareja de su vida. Aunque un cínico podría decir que esos romances tenían su origen en simple deseo instintivo, Juan Pedro tenía otra idea; sólo tenía que pensar en el noviazgo de Owen y Marged. Desde el principio los dos estaban unidos por un halo de tal dulzura y timidez que conmovía verlos juntos. Recordó la envidia que les tenía en esa época: él jamás había sido tan inocente.
A los quince años Mariana tenía que haber sido muy parecida a Marged, pura de espíritu y leal de corazón. ¿Sería digno el joven Ivor de su regalo del primer amor? Mariana nunca lo sabría, como tampoco conocería el riesgo de la traición, porque su novio murió cuando ese amor naciente todavía tenía posibilidades infinitas.
Desde que llegaran a la mina Juan Pedro se había obligado a reprimir sus impulsos protectores con Mariana. En ese momento abandonó la lucha y le ofreció todo el consuelo que pudo.
-Qué valor el tuyo al aventurarte en estas profundidades -le susurró.
Acercó la cabeza a la de ella y le tocó la cara mojada con los labios, describiendo un sendero por el contorno de su mejilla.
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1 comentario:
que historia mas triste que tiene mariana de esa mina.. pero bueno ahora lo tiene a peter.. =)
esperoo mas!
Un beso! teff! ^^
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